Introducción
Las dos teorías del Pase en
Lacan, muestran el cambio en la teorización en relación del lugar del fantasma
en la clínica. Cambiando el enfoque del análisis que, entre una y otra
concepción, deja de tener su asiento en una: “experiencia de saber”.
Desarrollaré en este trabajo,
nociones mínimas sobre el fantasma y la primera teoría del Pase formulado por
Lacan en su “Proposición del 9 de octubre sobre el psicoanalista de la Escuela”
para intentar pensar los cambios formulados en la segunda teoría del Pase,
sobre todo en el lugar del fantasma al final del análisis.
El planteo de ambas concepciones
se sitúa en la diferencia entre enfocar la problemática desde la inercia del
fantasma o desde la iteración del síntoma.
El fantasma
El fantasma en singular, no son
las fantasías, aunque sin duda interviene en ellas. Dice M. Bassols en su texto
“La llamada perdida del trauma y la respuesta del analista”[1]
que el fantasma es más bien como la tinta invisible del guión de una escena que
se escribe en múltiples versiones, de una escena original que debería ser
construída más que reproducida en el recuerdo.
J. A. Miller[2]
establece que en Lacan hay una primera lógica del fantasma en el Seminario 6 y
una segunda, en el Seminario 14, entre ambas, marca la importancia, para seguir
el hilo de la construcción conceptual el texto “Posición del inconsciente” y El
Seminario 11.
El concepto de fantasma, se va
construyendo en capas, en distintos niveles de complejidad. El objeto cambia de
estatuto y la relación del sujeto cambia en relación a éste.
El fantasma es una defensa contra
el deseo del Otro. La emergencia del deseo del Otro, suscita el fantasma. Es un
axioma que definirá los términos en los que se juega el deseo para cada sujeto.
Lo Real soporta al fantasma y el
fantasma protege de lo real, en la relación del sujeto con el objeto, se trata
del objeto que el sujeto es en su fantasma pero también del
que se separa para constituirse como sujeto del deseo (que es siempre
desencuentro con el deseo del Otro)
Es una defensa ante lo imposible
de representar, ante lo imposible de la escritura de la relación entre los
sexos y a la vez se constituye como la vía de acceso a este mismo real que
queda inevitablemente opaco, fuera de sentido en el fantasma. La gran ficción
del neurótico es que el fantasma sirve al goce del Otro. El goce que provee el
fantasma hace existir la relación sexual con el Otro.
La frase fantasmática decíamos,
tiene valor axiomático, valor de enunciado que no se demuestra y que es el
punto de partida de todos los demás enunciados.
Por contraposición al síntoma (que
Jacques Alain Miller[3]
ubica como situado a la entrada del análisis, en relación con el goce en el
sufrimiento, que es motivo de queja y el sujeto lo expresa en análisis, siendo
un estructura temporal compleja, retroactiva y un entrecruzamiento de series)
el fantasma es lo más oculto, avergüenza al sujeto por contraposición con sus
ideales, es monótono, adhesivo y fijo. Tiene una estructura estrictamente
puntual y absolutamente elemental y su tiempo es el del instante. Es ajeno a la
estructura de la neurosis.
La estructura imaginaria del
fantasma es la de un escenario en el que el sujeto es más bien un espectador
(estructura que se evidencia claramente en los desarrollos freudianos del texto
“Pegan a un niño”), esta estructura es, en principio la relación con un objeto
y un eclipse del sujeto en ese escenario. Los fantasmas son los lugares
apartados que el sujeto se forja para defenderse del deseo del Otro.
Gracias al montaje del fantasma
el sujeto puede lograr darse placer en la angustia que suscita el deseo en el
otro, con un objeto a su disposición.
En su seminario, el Ser y el Uno[4],
Miller habla de la función nodal del fantasma, como aquello que anuda lo
Imaginario y los Simbólico tal que es una ventana del sujeto a lo Real, a la
ausencia de garantía del Otro, a lo imposible de un significante que sería su
nombre propio en el inconciente, a la ausencia de relación sexual.
Frente a ese vacío, es necesario
que el sujeto haga advenir un elemento de otro registro que es el lazo al
objeto a del fantasma. Lo imaginario es una manera de enfrentarse a ese vacío.
A nivel del fantasma, cada uno se
inventa otro que goza identificándose de alguna manera a ser el objeto del cual
ese Otro goza y con esto obtiene un goce que le es propio. Esto es el resultado
de una fijación de goce, una estructura lógica en la que se anudan una escena
imaginaria, una articulación simbólica hecha por los significantes que enlazan
al sentido y un efecto de goce que repercute en el cuerpo. Luego, de esa
construcción ficcional, se desprende lo que hará síntoma para cada uno.
El fantasma, por último, implica
un orden, es un montaje gramatical que se fija y que ordena, es un aparato que
fija un destino posible de la pulsión y del cual se desprende un saber, un
sentido, un goce- sentido.
El fantasma localiza un objeto,
localiza un Real y en ese momento hace existir otro, ya que la pulsión va a
buscar el objeto al campo del Otro.
Primera teoría del Pase: el atravesamiento del fantasma.
El problema de Lacan radica en
cómo pensar en incidir en un modo de satisfacción a través de la palabra, en
incidir sobre la pulsión, que siempre se satisface y no es del registro de la
palabra.
El enigma de la satisfacción
implica un goce opaco, singular que hace que cada sujeto pueda ser tomado por
lo que lo perjudica, que pueda ser aspirado por la pulsión de muerte.
En principio, la teoría
psicoanalítica se funda en que el sujeto “pena de más” (única razón que nos
autoriza a intervenir como analistas) y que este “Penar de más” está en
relación a que el sujeto goza con sus síntomas, hay una satisfacción pulsional
desconocida a la que el sujeto no puede renunciar.
En su texto “Proposición del 9 de
octubre sobre el psicoanalista de la Escuela”, Lacan se refiere al Pase por el
atravesamiento del fantasma de esta manera “El paso de psicoanalizante a
psicoanalista tiene una puerta cuyo gozne es ese resto que hace a su división,
porque esa división no es otra que la del sujeto cuya causa es ese resto. En
este viraje es en el que el sujeto ve zozobrar la seguridad que obtenía de ese
fantasma donde se constituye para cada uno su ventana sobre lo Real lo que se
vislumbra es que el asidero del deseo no es otro que el de un deser. En este
deser se devela lo inusual del sujeto supuesto saber, desde donde el
psicoanalista por venir, se consagra al agalma de la esencia del deseo,
dispuesto a pagarlo, reduciéndose él y su nombre a un significante cualquiera”[5]
…”Porque rechazó el ser que no
sabía de la causa de su fantasma, en el momento en que por fin, él devino ese
saber supuesto”.[6]
De esta frase se deduce, que el
pase por el atravesamiento del fantasma tiene dos consecuencias: Por un lado,
el deser, la desidentificación, la destitución subjetiva, el estallido de la
ficción del fantasma y por el otro, la reducción del psicoanalista a un desecho
cuando se le quita el semblante de objeto y cae como resto de esa operación.
En esta concepción hay una
vertiente del analista vacío de goce, sustraído desde ya del goce de su
fantasma, pero vacío de goce como analista, vertiente que cambiará en la
conceptualización del Pase del parlêtre en la que aparecerá la vertiente del
analista vivo.
En esta concepción del Pase, el
analizante está situado como sabiendo, sabe lo que causa su deseo, conoce la
falta en la que se enraiza su deseo y conoce el plus de gozar que obtura esa
falta.
Así, la llegada de un elemento
nuevo modifica el valor de los elementos acumulados y el cierre es el acceso a
una retroacción definitiva. El pasante entonces, testimonia un saber.
El Pase del Parlêtre y el lugar del fantasma
El Pase del parlêtre no anula las
anteriores lecturas de la clínica sino que se agrega a ella.
En esta concepción, el fantasma
es escenario y escena y, cuando el trabajo analítico desnuda el modo de gozar
que aparece cuando el fantasma ha sido despojado del escenario y de la escena,
este modo de gozar no satura todo lo que está en juego en el goce.
Esta nueva concepción del Pase
está en relación a las conceptualizaciones del Lacan del Seminario 20 cuando
comienza a hablar del parlêtre, de lalengua y luego, sus teorizaciones sobre el
sinthôme.
El sinthôme designa lo que hay de
común entre síntoma y fantasma, es el modo de gozar del sujeto captado en su
funcionamiento positivo, apunta a lo más singular y se apoya en el concepto
freudiano de los restos sintomáticos: aquello que permanece sin variación y que
requiere de un trabajo analizante de hacer con esas marcas singulares.
Jacques Alain Miller, en su texto
Sutilezas analíticas[7],
en el capítulo “Modalidades de análisis” sitúa tres tiempos: un análisis que
comienza, un análisis que dura y un análisis que termina.
En el primer tiempo, habla del
síntoma que toma la forma de un goce sufriente. En este tiempo se trata de
poner en forma el sufrimiento y en esa medida ciertos S1 se van recortando para
hacer cadena nuevamente. La transferencia es el paso obligado por el saber inconsciente,
por la creencia en el síntoma y por la posibilidad de que algo del inconsciente
real pueda transformarse en inconsciente transferencial.
Luego, en el análisis que dura,
el centro del trabajo es el objeto a, las coordenadas del deseo van fijándose
en una repetición donde se demarca el objeto como un condensador de goce. Para
Miller, el a es la jaula del sinthôme porque como ese objeto está en íntima
relación con el Otro, como ese objeto sostiene la existencia del otro, no
podría situarse en el estatus de un goce invariable en la medida en que el Otro
lo hace variar, lo determina: El fantasma sostiene al Otro. El sinthôme, en
esta instancia, está perdido en la repetición de goce, sólo podrá desprenderse
del Otro y ubicarse como un goce autoerótico que prescinde de él a partir de
una lógica del atravesamiento y luego de una lógica de la desinvestidura.
En un tercer tiempo, Miller
establece el trayecto desde el atravesamiento del fantasma a la identificación
al sinthôme. La mutación posible es la revelación que el sinthôme siempre
estuvo en juego, primero en los síntomas y luego en la prisión del fantasma.
El sinthôme se revela como un
goce inasimilable y por lo tanto, incurable.
En esta concepción, el inconsciente
es una defensa contra el goce.
Una vez caído el otro, el inconsciente
como lenguaje como elucubración de saber no puede sostenerse. Esta es la
condición de posibilidad para extraer un fragmento de real fuera de sentido
aportado por el fantasma.
En conclusión, el atravesamiento
consiste en poner en juego la ficción de la oposición entre deseo y goce. Así
lo dice Miller en Sutilezas Analíticas: “El sinthome está condicionado no por
el lenguaje, sino por lalengua, más acá
de toda articulación”[8].
Por último, tomaré dos citas del texto antes
mencionado para ilustrar ambas concepciones:
“Si hubiera que dar un sentido al
atravesamiento del fantasma, haciendo un salto, diría que es atravesarlo en
dirección a lo imposible de negativizar. Así se desvanece una parte de la
experiencia donde el neurótico juega su partida fantasmática con otro que
demandaría su castración para gozar”[9]
Y luego, en relación con el Pase
del parlêtre, dice: “Se trata de razonar de otro modo y de decir que la meta de
un análisis, en relación con la positividad del goce, es disminuir el displacer
que este causa y aumentar el placer del que es capaz. No es pues necesario
razonar en términos de franqueamiento, sino en términos cuantitativos de más o
de menos.[10]
Es aquí donde se sitúan los dos
conceptos fundamentales de esta teoría del pase: nueva alianza con la
satisfacción repetitiva y arreglo.
El arreglo se impone con el goce
extraído de la escena del fantasma. La satisfacción de la pulsión misma, en la
medida que haya arreglo, se vuelve equivalente al sinthôme. Se trata de una reengineering, una reconfiguración.
Implica que el goce no cobra sentido pero una reconfiguración permite pasar de
la incomodidad a la satisfacción del sinthôme.
Me gustaría, a modo de
conclusión, ilustrar brevemente lo expuesto con el testimonio de Pase de
Angélica Marchesisni, en dos trabajos puntualmente: “El ruido soy yo”[11]
y “Entenderse con el Otro”[12]
y de algunas notas tomadas de la clase “Fundamentos del psicoanálisis” a la que
Angélica vino a darnos sus impresiones sobre el Pase.
Angélica identifica que la
investidura libidinal, lado a del fantasma se encuentra en la significación “El
Otro me da la espalda”, en su relato puntualizó que ese fantasma de exclusión
estaba enraizado en su lugar en la fratría, presencia del otro en exceso y la
satisfacción de no encontrarse en su lugar.
Esa espalda también conjugaba un
síntoma corporal: su espalda llena de urticaria, sólo en ese lugar del cuerpo,
síntoma conversivo que marcó que la espalda dada era la de ella y no la del
Otro.
Otro punto que ella destaca de su
análisis era el de “espiar con las orejas”, fantasma voyeurista también a su
relación a su posición infantil de ser la hija menor, con dos hermanos varones
con los que se llevaba mucha diferencia de edad, posición que la dejaba fuera
de todas las conversaciones familiares.
En relación al acontecimiento de
cuerpo, Angélica relata un síntoma infantil de no poder pronunciar las RR,
síntoma que marcaba su sufrimiento que luego se transformó en lo que ella
denominaba un ronquido, manifestación sonora de su desagrado ante una
situación. Ese ronquido tenía su asiento en una afirmación del padre: “Acá el
único que ronca soy yo”, identificación fálica que sostenía el plus de goce en
el fantasma. Angélica inventa al final un significante nuevo que extrae de un
sueño: Roncadera, significante inédito que la nombra y que la lleva a
la afirmación: “El ruido soy yo”
… “La roncadera no es dialéctica.
Hay en el síntoma un Uno opaco, y fue necesario hacer los rodeos de la
semántica. “Hay de lo uno” significa que existe, permanece, queda, el síntoma,
el acontecimiento del cuerpo. Queda lo que no cambió, y lo que no cae. El resto
está condicionado por aquello de lo cual es resto. Los restos son plurales
porque los S1 fueron varios. Pero con los S1 no se puede armar un todo, no es
la suma de las partes. El debilitamiento de la identificación a un significante
amo, permitió el estrechamiento de un agujero. En ese agujero de la respiración
sobre el que venía trabajando, el inconsciente escupe un nombre: Roncadera,
un nombre que inventó el inconsciente, es un modo de escrito de aquél tira y
afloja que está en el cuerpo y funciona como un sinthôme”[13]
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[1] Bassols,
M: “La llamada perdida del trauma y la respuesta del psicoanalista”. Conferencia
dictada el 27 de noviembre de 2014 en la UNLP. Inédita
[2] Miller,
Jacques A. “Presentación del Seminario 6”.Revista Consecuencias.,
http://www.revconsecuencias.com.ar/ediciones/011/template.php?file=arts/Alcances/Presentacion-del-Seminario-6.htm
[3] Miller,
Jacques A. “Del síntoma al fantasma. Y
retorno”. Buenos Aires, Paidós, 2018.
[4] Miller,
Jacques A. “El ser y el Uno”. Clase
del 9/2/2011. Seminario inédito
[5] Lacan,
Jacques. (1.967) “Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista
de la Escuela”, en Otros escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012. P 272
[6] Ibid
[7] Miller,
Jacques A. Sutilezas Analíticas. 1ª edición, Buenos Aires, Paidós, 2012
[8] Miller,
Jacques A. Sutilezas Analíticas. 1ª edición, Buenos Aires, Paidós, 2012. P 94
[9] Ibid p 231
[10] Ibid p 179
[11] Marchesini,
A. “El ruido soy yo”, revista: El Escabel nª1, Publicación de la Eol de La
Plata, 2018
[12] Marchesisni,
A. “Entenderse con el Otro”. Texto de orientación para las XXVI Jornadas de la
EOL “Fantasmas, ficciones, mutaciones” en
http://www.jornadaseol.com/026/index.php?file=fantasma-y-pase/entenderse-con-el-otro.html
[13] Marchesini,
A. “El ruido soy yo”, revista: El Escabel nª1, Publicación de la Eol de La
Plata, 2018