jueves, 3 de febrero de 2011

Pasaje al Acto Psicótico Una lectura de la inmotivación

Historia de la Criminología


Las sociedades han ideado siempre maneras de identificar a los criminales, usando, según los regímenes y las épocas, mutilaciones diversas, desde la extracción de dientes hasta la amputación sistemática de órganos: la nariz, las orejas, las manos, la lengua, etcétera.

Cuando fueron abolidas estas prácticas, se planteó la cuestión de elaborar un método de identificación científica, y en Francia, Alemania e Italia se desarrollaron simultáneamente dos ámbitos de investigación: la antropología criminal y la criminalística. Ambas se inspiraban en la antigua frenología, derivada a su vez de la "craneoscopía" de Franz Josef Gall (1758-1828), que consistía en descifrar el carácter de un individuo a través de las salientes y los relieves de su bóveda craneana, y de la antropología física del médico francés Paul Broca (1824-1880).

La criminalística relacionaba los hechos criminales con la teoría de la herencia-degeneración. Se encuentra un gran eco de esta nueva ciencia de los signos, que se generalizó a fines del siglo XIX, tanto en el método del inolvidable detective Sherlock Holmes (creado por Arthur Conan Doyle [1859-1930]) como en la antropometría puesta a punto por Alfonse Bertillón (1853-1914).

En este sentido, la criminología se distingue de la criminalística porque le interesa menos la identificación de los criminales que la causa del crimen. Aunque él mismo no empleó el término, y haya conservado la denominación de "antropología criminal", el verdadero fundador de esta disciplina fue el médico italiano Cesare Lombroso, quien se inspiró en el darwinismo para construir su concepción del "criminal nato". Según Lombroso, el crimen resulta de la disposición instintiva de ciertos sujetos. En lugar de evolucionar normalmente, ellos retroceden hacia el estado animal.

Después de haber coleccionado una cantidad impresionante de cráneos, y estudiado la morfología de veintisiete mil "anormales" (prostitutas, asesinos, epilépticos, perversos sexuales, etcétera), Lombroso publicó en 1876 un verdadero manifiesto, El hombre criminal, en el cual describió cuidadosamente esta patología: su criminal se asemejaba al gran mono de la fábula de la horda salvaje, cuyo tema retomó Sigmund Freud en Tótem y tabú.

Médico de las cárceles y alienista en Piamonte, judío y militante socialista, Lombroso era también un higienista a quien interesaban la hipnosis y el espiritismo. Sus tesis tuvieron un éxito considerable antes de ser abandonadas, a continuación del derrumbe del hereditarismo. En Francia las admiró y después criticó Alexandre Lacassagne (1843-1924), quien fundó en Lyon la Revite d’anthropologie criminelle. Él compartía las ideas hereditaristas de su rival, y la disputa que opuso la escuela francesa a la escuela italiana no tenía tanto que ver con una oposición "herencia/medio sócial" como con la adopción por Lacassagne de un modelo más lamarckiano que darwinista. Finalmente, fue Hans Gross (1847-1915), cuyo hijo, Otto Gross, sería psicoanalista, quien unificó los dos ámbitos de la antropología criminal (la criminalística y la criminología), fundando en Graz, en 1912, el primer instituto de criminología del mundo.

En realidad, la criminología no fue nunca una disciplina independiente. Practicada por médicos y comprometida en un diálogo con la justicia y los magistrados, se integró a la psiquiatría, cuya evolución siguió, adoptando la doctrina de las constituciones, o los principios del psicoanálisis freudiano y posfreudiano, o bien las hipótesis de la fenomenología según Edmund Husserl (1859-1938). En esta última perspectiva hay que situar los trabajos del gran criminólogo belga Étienne De Greeff (1898-196 l). Médico del instituto psiquiátrico de la Universidad de Lovaina, trató de perfilar la personalidad del criminal relacionando su vivencia interior con su modo de comunicación con el mundo. Daniel Lagache introdujo las tesis de De Greeff en Francia, combinándolas con la psicología clínica heredada de Pierre Janet. También hablará preferentemente de criminogénesis, y no de criminología.

Sigmund Freud no se interesó mucho por la criminología como tal. El único tipo de crimen que lo fascinaba era el parricidio, que él vinculaba con el incesto y con el complejo de Edipo, y que consideraba paradigma de todos los actos criminales cometidos por el hombre. Distinguía de manera bastante simplista al histérico del criminal: el primero, decía, oculta un secreto que no conoce, mientras que el segundo disimula ese mismo secreto con toda conciencia.

El verdadero debate entre ambas disciplinas se puso en marcha a través de una reflexión sobre el estatuto del método psicoanalítico en el establecimiento de los hechos judiciales, y después sobre su utilidad en las cárceles. Contra los partidarios de las tesis hereditaristas, Sandor Ferenczi propuso denominar "crimino-psicoanálisis” a la nueva disciplina que permitiría aplicar el método freudiano a la comprensión de las motivaciones inconscientes del crimen, y someter a los criminales a tratamiento: "...tengo la convicción de que el tratamiento analítico de los criminales probados presenta ya por sí mismo algunas probabilidades de éxito, en todo caso mucho más que el rigor bárbaro de los carceleros o la santurronería de los capellanes de prisión".

En este terreno, la acción de Ferenczi, y después de la mayoría de los discípulos y herederos de Freud, fue análoga al combate librado por la psiquiatría pineliana para arrancar los locos a una justicia que los enviaba a la muerte, al considerarlos culpables y plenamente responsables de sus actos. De allí la defensa del principio de la pericia psicológica o psiquiátrica, que consistía en "explicar” el crimen y a continuación tratar de curar al criminal, para reintegrarlo a la sociedad.

Si los representantes de la psiquiatría dinámica querían, mediante la pericia, arrancar el loco a la justicia y, más precisamente, a la pena capital, los partidarios del psicoanálisis buscaban sobre todo explicar la naturaleza misma de la criminalidad humana, en función de una conceptualización freudiana (y después kleiniana), centrada en el complejo de Edipo, la pulsión de muerte, el ello y el superyó. La primera síntesis del pensamiento psicoanalítico en este dominio fue realizada por Franz Alexander. En 1928, publicó en Berlín El criminal y sus jueces, una obra escrita en colaboración con el abogado Hugo Staub, en la cual se afirmaba que el hombre es criminal por naturaleza, y se convierte en criminal social cuando no evoluciona normalmente hacia un estadio genital. En función de esta teoría de los estadios, Alexander y Staub distinguían tres tipos de crímenes: los crímenes de etiología psicológica (derivados de una neurosis edípica), los crímenes de etiología sociológica (que resultaban de una identificación del yo, en general infantil, con el superyó de un adulto criminal), y los crímenes de etiología biológica (provocados por enfermedades mentales).

En términos generales, esta criminología freudiana, de un biologismo simplista, adolecía también de una gran pobreza teórica. Se contentaba con aplicar la teoría psicoanalítica a la elucidación del crimen y la personalidad del criminal. Es preciso señalar que, a título individual, numerosos analistas, especialistas en general en delincuencia juvenil, se interesaron por el crimen y los criminales sin ceder a teorías demasiado ortodoxas: entre ellos, August Aichhorn, Muriel Gardiner, y en particular Marie Bonaparte. Fascinada por las relaciones incestuosas, la apasionó la historia de Marie Félicité Lefébvre, condenada a muerte (y después indultada) por haber asesinado a la mujer del hijo, encinta de varios meses.

Esa actitud no era sorprendente. En efecto, en Francia se había perfilado una vía original desde 1925, por una parte con los trabajos sobre las psicosis pasionales inspirados por Gaétan Gatian de Clérambault, y por otro lado con el movimiento surrealista, que rendía culto a un ideal de rebelión basado en la valorización imaginaria de la locura y el crimen: "El acto surrealista más simple -escribió André Breton en 1930- consiste en bajar a la calle empuñando un revólver y disparar al azar todo lo que se pueda, en dirección a la multitud. Quién no ha sentido al menos una vez ganas de terminar de esta manera con el pequeño sistema de envilecimiento y cretinización en vigor en su lugar marcado en esa multitud, con el vientre a la altura del cañón."

Si bien Lombroso elaboró la teoría falsa del "criminal nato", fue también el primer gran teórico del crimen que organizó una documentación sobre la criminalidad, escrita por los condenados: diarios íntimos, autobiografías, testimonios, inscripciones de presos en las paredes de las celdas, anotaciones en los libros de las bibliotecas. De modo que la criminología naciente no se contentó con clasificar taras y estigmas, sino que, como lo había hecho Freud al luchar contra el nihilismo terapéutico, afirmaba ya la necesidad de incluir en el estudio del crimen la palabra del principal interesado: el propio criminal.

Ahora bien, en 1930 los surrealistas dieron un paso más. A sus ojos, el crimen individual e impulsivo pasaba a ser simbólicamente el único acto racional posible en un mundo víctima del crimen organizado: desempleo, guerras coloniales, explotación capitalista, dictaduras, violencia burguesa y democrática, etcétera. Jacques Lacan en su tesis de medicina dedicada a la historia de Marguerite Anzieu, proporcionará en 1932 un ejemplo excelente de esta lógica de la locura criminal actuante en el interior del sujeto; un año más tarde volvió a hacerlo con su comentario sobre el crimen "paranoico" de las hermanas Papin, dos domésticas de Le Mans que habían asesinado salvajemente a sus patronas. En materia de criminología, contrariamente a la escuela francesa y al conjunto de la comunidad freudiana, Lacan cuestionó siempre la utilización del psicoanálisis en las pericias psiquiátricas.
A partir de la década de 1950, la criminología mundial se vio atravesada por varias corrientes. Había dos principales: la primera, de inspiración neurológica, reactivaba la noción de "criminal nato", al hacer del crimen la expresión de un instinto heredado, y más tarde de una anomalía genética; la otra, de inspiración fenomenológica o psicoanalítica, consideraba el crimen como un hecho social y a la vez psíquico. A partir de la década de 1960 estas dos corrientes fueron impugnadas por los diversos movimientos de antipsiquiatría, los cuales, con un enfoque sartreano, volvieron a privilegiar el tema de la rebelión mediante el crimen.
En esa época, los trabajos de los historiadores de la escuela de los Annales, de los antropólogos y los filósofos, abrieron un camino nuevo a la investigación, proponiéndose estudiar la historia del crimen, la penalidad, las sanciones, las noticias periodísticas, los suplicios o los discursos, no ya a partir de un modelo clasificatorio, sino haciendo “hablar” al crimen mismo, sin ninguna interpretación psiquiátrica o psicoanalítica. Con la publicación en 1973 de un caso de parricidio cometido bajo la Restauración por el joven campesino Pierre Rivière, y la aparición, dos años más tarde, del libro Surveiller et Punir, Michel Foucault (1926-1984) fue el principal iniciador de esta nueva mirada dirigida al crimen y el criminal. Este enfoque no se impuso nunca en el ámbito de la criminología, considerablemente dominado desde la década de 1980, sobre todo en los Estados Unidos, por un modelo neo-organicista y experirnentalista. De allí la mordaz observación del psicoanalista y jurista francés Pierre Legendre, contenida en Le crime du caporal Lortie: "...un asesinato exige siempre que alguien responda por él: el sujeto o, en su defecto, la función que lo exceptúa de responder. ¿Qué quiere decir responder? Éste es un interrogante que no pueden digerir los métodos pretendidamente científicos de la actual criminología, dominada por los ideales de la experimentación social."

El Pasaje al acto psicótico homicida
Una lectura de la “inmotivación”.

“Si se quiere, todo acto verdadero es delincuente, observamos eso en la historia, que
no hay acto verdadero que no comporte un atravesamiento de un código, una ley,
un conjunto simbólico, con el cual, poco o mucho, se constituye como infractor,
lo que le permite a este acto reorganizar esa codificación”
J. A. Miller. “Jacques Lacan: observaciones sobre su concepto del pasaje al acto”

Introducción

Foucault, en su libro, “La vida de los hombres infames” , plantea que la locura, hasta principios del siglo XIX, no era tenida en cuenta por el Derecho Penal mas que en sus formas de imbecilidad o de demencia pero, entre 1.800 y 1.835 se dan una serie de crímenes que llaman la atención de juristas y psiquiatras porque no han estado precedidos, acompañados ni seguidos por los síntomas clásicos de la locura, un grado cero que desconcertaba profundamente a los psiquiatras de la época y que da lugar a la aparición de la categoría de “monomanía homicida” conceptualizada por Esquirol. La importancia de este autor en relación con los anteriores es un intento de conceptualizar los mecanismos internos en los que “el sujeto parece haberse ido”, dice.
Estos crímenes, entonces se caracterizaban todos por su gravedad, por su “inmotivación” y por no basarse en una ilusión delirante en personas que no presentan otros trastornos desde el punto de vista de la psiquiatría.
Es así como la medicina es llamada para explicar lo inexplicable en el sentido de la lógica compartida y es así también que la psiquiatría toma su lugar en el aparato judicial y se inicia una discusión que continúa hoy en día sobre estos crímenes llamados “inmotivados” desde el punto de mira del fantasma neurótico y de la lógica fálica en la que los motivos están en una escala en relación con un valor.
No se trata de esto en el caso de la psicosis. Lacan, en su texto sobre el crimen de las hermanas Papin, habla de “motivos” del crimen paranoico, quizás en un intento de devolver su verdad al acto psicótico homicida, reintroduciéndolo en su propia lógica y en sus propios “motivos”.
En el presente trabajo, intentaré rastrear las referencias en relación al pasaje al acto psicótico en el psicoanálisis, fundamentalmente lo que de él ha establecido Jacques Lacan para luego hacer una breve lectura del caso de las hermanas Papin ocurrido en 1.933.


Los motivos y la perspectiva neurótica

Según la Real Academia Española, el término motivo deriva del latín motivus que es relativo a movimiento y que designa a alguna cosa que tiene eficacia o virtud para mover.
¿Qué es lo que mueve entonces al acto?¿qué es lo que mueve al pasaje al acto? Desde la perspectiva de la ciencia y los cálculos de rentabilidad, lo que mueve a un sujeto es la maximización del bien, sobre un modelo de acción que es la gestión empresarial, donde se pueden “evaluar” las opciones.
Para Lacan, el pasaje al acto es el paradigma del acto, allí, no hay sujeto, es un suicidio del sujeto, en el cual puede volver a emerger pero nunca será el mismo, de allí su carácter mutativo. El pasaje al acto pone en cuestión al sujeto del pensamiento y el postulado de la búsqueda del soberano bien que en los tiempos actuales esta identificado con lo útil, es en relación a este punto de mira de la utilidad que se mide la adecuación o la inadecuación de un acto y que un sujeto, se perjudique a sí mismo. La pulsión de muerte contradice estos postulados de rentabilidad y ponen sobre el tapete la necesidad de establecer otra discusión en relación con el crimen psicótico.
A modo de ejemplo podemos citar a Kagan y Lang que hablan de las características de los motivos:
• Implican una discrepancia entre la realidad presente y lo esperado en el futuro
• Va acompañado de un sentimiento de incertidumbre acerca de llegar a la meta
• Usualmente esta ligado a un conjunto potencial de acciones o ideas que pueden ayudar a conseguir la meta
• Están unidos a la representación de un estado emocional
• Los motivos existen en una jerarquía
Me parece importante plantear que la motivación y sus teorías, en su mayoría conductistas, plantean la motivación en general y los motivos con características que remiten a la estructura neurótica. Este encadenamiento de hechos causales tomados como motivos, que se espera poder demostrar de un homicidio que remita a la comprensión, lleva directamente a plantear la inimputabilidad y a des responsabilizar al sujeto por su acto cuando en realidad, los motivos de un sujeto para cometer un homicidio, ya sea neurótico, psicótico o perverso, remiten a cada lógica en particular y deberían, a mi entender ser separados de las posibilidades de responsabilizarse por su acto y de ser penado, ya que muchas veces el pasaje al acto psicótico se trata de un intento de inscripción de un exceso, de reconocimiento simbólico sobre un fondo de desesperación.

Las psicosis

La estructura psicótica, como la ha conceptualizado Lacan, no remite a un déficit sino a una forma de organización no regulada por un ordenador único que es el significante fálico. Al carecer de este ordenador, el psicótico debe tomar a su cargo la regulación del goce, tarea que lleva a cabo según sus propias posibilidades y recursos.
En el desencadenamiento de una crisis psicótica, cuando se verifica un llamado imperioso, una imposición a referirse al nombre del padre, ocurre que la función forcluída, convocada por el llamado, responde en lo Real con una vuelta de los significantes que lo cumplimentarían si ella fuera simbolizada. Esta constelación de significantes paternos que eran cualesquiera en el saber psicótico del sujeto, se imponen como referencia paterna obligatoria, sin por ello dejar de ser en lo Real, es decir, desligada del saber del sujeto. Y todo el trabajo del delirio va a ser producir una forma de metáfora que opere como una ligazón, una nueva organización del saber del sujeto alrededor de este polo central que va a permanecer en lo Real.
Lo que retorna en el delirio es una constelación imaginaria y simbólica que ya forma parte de la historia del sujeto de manera que, la organización de esta constelación no va a estar regulada por el significante fálico, por lo tanto, pretender encadenar los hechos causalmente mediante una jerarquización de “motivos”, al modo de la psiquiatría, es negar la particularidad de la estructura y del sujeto.

La Paranoia
Esta forma de locura, que Freud comparaba con un sistema filosófico por su modo lógico de expresión y su nivel intelectual, propio del razonamiento normal, ya había sido descripta en la antigüedad, no solo por Hipócrates, sino también por los grandes autores clásicos, Esquilo y Eurípides. No obstante fue en el siglo XIX, con los trabajos de los fundadores de la Escuela Psiquiátrica alemana que el término fue incluído en una clasificación general de las enfermedades mentales. Siguiendo a Heinrot, que introdujo la palabra, griessinger,en el marco de una nosografía organicista, en 1.845, le dio a este tipo de delirio el nombre de VERRUCKTHEIT (trastorno de la mente). Después de él, Kraepelin impuso la palabra paranoia para designar el mismo fenómeno.
En el marco de una dsiputa entre Bleuler, Jung y Freíd en 1.911, este último hizo de la paranoia el modelo paradigmático de la organización de la psicosis en general. A los delirios de grandeza, de persecución en interpretación y al autoerotismo, Freíd agregó dos elementos principales: en adelante la paranoia quedaba definida como una defensa contra la homosexualidad y el paranoico dejaba de ser visto como un enfermo mental desde el punto de vista de la nosografía psiquiátrica.
Psiquiatra de formación, Lacan abordó el tema de la paranoia y el de las psicosis en general de un punto totalmente distinto a Freud.
En 1.932 aparece la tesis de Lacan titulada: “De la psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad” en la cual pretende establecer las relaciones entre esos dos conceptos.
De este estudio que se basa en lo que denominó su caso Prínceps, el caso de Marguerite Anzieu, llamada por Lacan AIMEE (amada), en alusión a la erotomanía, Lacan desprende una tipología particular: la paranoia de autocastigo. La intención, claramente manifestada en la tesis, no era incluir una nueva entidad mórbida en las ya existentes sino el estudio de los laxos entre las psicosis y las vivencias del sujeto, con su carácter individual y con su personaliada.
Lacan denuncia la reducción teórica que consiste en examinar la especificidad de la paranoia a partir de los rasgos de carácter y objeta la idea Kraepeliniana de la paranoia como desarrollo insidioso de la personalidad paranoica.
Su objetivo apuntará a recuperar la estrecha dependencia de los lazos etiológicos con las vivencias del sujeto. Para Lacan, la conducta humana se encuentra motivada íntimamente por mecanismos que aspiran a la armonía del conjunto, reacciones vitales que encuentran su sentido en función del medio social.
La paranoia de autopunición tiene su especificidad en su estructura y pronóstico y el diagnóstico se funda en tres ejes:
1) La estructura anterior de la personalidad del sujeto
2) 2)Ciertas distinciones etiológicas
3) Particularidades sintomáticas, en relación con el cuadro común de la paranoia
Luega del período entre 1.932 y 1.933, Lacan vueklve al tema de la paranoia en su seminario de 1.955- 1.956 dedicado al caso Schreber. Lacan considera inadecuadas las teorías de Freud sobre las raíces homosexuales de esta afección y en lugar de ella, propone su teoría de la forclusión como mecanismo específico de las psicosis haciendo la diferencia entre esquizofrenia y paranoia en relación al goce, ya que en la primera apunta al goce como tal del objeto a aislado, mientras que en la segunda, este goce permanece situada en el campo del Otro, lo que va a dar lugar a las diferencias en la presentación clínica.
En 1.933, a dos meses del proceso, Lacan se interesó en un crimen famoso: el crimen de las hermanas Papin y escribió un artículo sobre el mismo en la revista Le Minotaure, “Motivos del crimen paranoico: Las hermanas Papin”. Ciertamente, Lacan nunca conoció a las hermanas Papin, para su estudio se basó en el acto criminal, lectura que lo llevó a modificar ciertas conclusiones de su tesis.
El artículo del Le Minotauro marca un punto de inflexión en su tesis sobre la paranoia de autocastigo y su invención del estadio del espejo en 1.936. Punto de inflexión que abre un largo camino por el cual llegará a instaurar y a precisar las categorías de lo Imaginario, lo Simbólico y lo Real.


El kakon

Lacan, no obstante tener una posición crítica con la teoría kleiniana alrededor de la división en objeto malo y objeto bueno, la valora porque puede extraer de allí referencias precisas para su propia teoría del objeto.
El objeto interno malo, dice Lacan , objeto problemático, ser real al que el sujeto se identifica, plantea la cuestión de si al fin de cuentas el sujeto lo es o no lo es, y por otro lado si lo tiene o no lo tiene.
En el texto “La agresividad en psicoanálisis”, en relación a esa posición depresiva en la cual el sujeto se identifica más allá de la imagen, Lacan habla del “extremo arcaísmo de la subjetivación de un kakon”.
Kakon es en griego el mal, lo malo.
Lacan utiliza el término en dos lugares de los Escritos, primero en 1.946 en “Acerca de la causalidad psíquica”, desde la psicosis, y en 1.948 en “La agresividad en psicoanálisis”, que toma más la neurosis.
En esa época Lacan prefiere el término kakon para situar aquello que extrae del objeto malo de Klein, aquello que traspasa el espejo. Sitúa así algo que quedaba fuera de su teorización de entonces, y que retomará años después, cuando cuente con otros elementos conceptuales para abordar lo que llamará el goce.
Von Monakow, un neurólogo suizo que introduce el término en la psicopatología en 1928 llama “crímenes de kakon” a crisis en las psiconeurosis por traumatismos de orden sexual, caracterizadas por un esfuerzo para liberarse por todos los medios de sus fuerzas psíquicas de un estado doloroso.
Lacan lo toma de Paul Guiraud, quien expone un caso de psicosis en el artículo “El homicidio inmotivado, reacción liberadora en los hebefrénicos”, de 1928, y lo desarrolla en “Los homicidios inmotivados”, de 1.931.
El caso de Guiraud: Paul L. es un joven que a los 18 años comienza a manifestar un cambio en su actitud, comienza por intentos infructuosos de diseñar algunos aparatos relacionados con su trabajo, experimenta un desinterés por el mundo cada vez mayor que lo lleva a recurrir al alcohol y llega a consumir cuatro litros de vino cotidianamente, se interesa por opiniones políticas contra los tiranos y explotadores, después se hace extremadamente religioso. Un día como cualquier otro toma un vehículo de alquiler, al llegar al destino hace bajar al chofer y lo hiere inesperadamente con 5 disparos por la espalda.
Un delirio mal armado, de haber sido pagado por una secta de militares rusos para matar a un traidor, es la versión que da al ser interrogado luego de su detención. Poco a poco va olvidando el delirio y pasando a un enlentecimiento psíquico cada vez mayor, hasta sumergirse en el abatimiento y la indiferencia.
En casos como éste no hay verdaderamente motivo para el acto criminal, como sí se lo encuentra en los delirios querulantes o en los persecutorios.
La tesis de Giraud es que las reacciones antisociales de estos hebefrénicos al comienzo de su enfermedad, sin sombra de premeditación ni razón aparente, es el último sobresalto de energía en alguien que cae en la indiferencia, resultado de lo que llama un paralogismo verbal y simbólico frecuente en los hebefrénicos: “matar el mal” por “matar la enfermedad”. Es el esfuerzo de liberación contra la enfermedad transpuesta patológicamente en el mundo exterior.
Guiraud al postular esta acción liberadora del mal se queda no obstante en el plano neurobiológico, pero Lacan enfatiza la significación social del acto. Al asestar su golpe contra lo que se le presenta como el desorden del mundo, y que el loco no reconoce como manifestación de su ser, se golpea a sí mismo por vía de este rebote social.
Lacan enseña que nos hallamos en los límites de las funciones de la identificación. Hay allí algo que traspasa el espejo, algo que tampoco queda cernido en el juego significante de presencia y ausencia como en el Fort-Da. El acto psicótico, nos señala Miller, es siempre el intento de instaurar una diferencia simbólica en lo real.
En ese acto sacrificial en el que el sujeto golpea en el Otro lo más íntimo de su ser, ese acto límite que Lacan llama un tributo a los dioses oscuros, ahí J. A. Miller indica el objeto éxtimo.
Lacan avanzará en esa dirección recién cuando comience a desarrollar lo que llamó su único invento, el objeto pequeño a.
En el borde éxtimo que recorta el objeto el psicótico trata de contener la invasión de goce, intentando convertirse en sostén del Otro a cualquier precio.
Vimos en el caso de Guiraud que Paul L. acude previamente al alcohol frente al malestar que comienza a experimentar. Quizá apaciguaba así cualquier alarma subjetiva del ocaso que se le acercaba. Pero luego pasa de la insensibilidad del alcohol a la indolencia respecto del mundo exterior, y finalmente con el último acto, el crimen, no logra evitar hundirse en una apatía psicótica.
Silvia Tendlarz hace una lectura pertinente sobre este kakon que Lacan resalta del texto de Guiraud (escrito en colaboración con Cailleux). Ellos dicen, en un artículo de 1928 denominado "El homicidio inmotivado, reacción liberadora en los hebefrénicos", que "la reacción violenta aparece así a la vez como el último sobresalto de energía de un organismo que cae en la indiferencia y la inacción, y como el resultado de una transferencia del deseo de curar la enfermedad sobre el de suprimir el mal social (por un paralogismo verbal y simbólico frecuente en los hebefrénicos: matar el mal=matar la enfermedad)". Agregan: " en definitiva es hacer de la violencia una reacción de la energía del individuo para liberarse de la enfermedad que tiende a aniquilar toda su actividad psíquica”. La enfermedad, el mal, es el kakon. Los "crímenes del ello", como les hace decir Lacan, obedecen a la liberación de este kakon intolerable. Claro que, organicistas, estos psiquiatras intentaban buscar los motores de esa función en la liberación de un complejo aparentemente bulbar de naturaleza automática. Pero, si nos despegamos de esta concepción organicista, se podría leer allí (y es lo que propone la autora citada) la intersección entre Lacan y Guiraud, la cual se podría plasmar en la conceptualización del acto agresivo que responde al kakon, como el intento de liberación de un goce que amenaza al sujeto (distinto al Yo). Y si Lacan en la época de esos textos "antecedentes" recurre a ese término griego, tal vez haya sido por la necesidad de nombrar de alguna manera lo que quedaba por fuera de su teorización (integrada enfáticamente a esa altura, por los registros imaginario y simbólico), es decir, la categoría de lo real, cómo luego ingresaría a su obra. En esta vía, el pasaje al acto psicótico (homicida o suicida), antes que agresión inmotivada es el intento de establecer una diferencia significante, simbólica, en lo real del goce. r.


El pasaje al Acto

La frase “pasaje al acto, proviene de la psiquiatría clásica francesa, que la utiliza para designar los actos impulsivos de naturaleza violenta o criminal que a veces indican el inicio de un episodio psicótico agudo. Como la frase misma lo indica, se supone que estos actos marcan el punto en el que el sujeto pasa de una idea o intención violentas al acto correspondiente.
A medida que las ideas psicoanalíticas se difundían en Francia en la primera mitad del siglo XX, se volvió común que los analistas franceses emplearan la expresión “pasaje al acto” para traducir el término agieren utilizado por Freud: es decir como sinónimo del acting out.
Sin embargo en su seminario de 1.962 – 1963, Lacan establece una distinción entre estas expresiones. Si bien ambas son un recurso frente a la angustia, el sujeto que realiza un actino out, todavía permanece en la escena, mientras que el pasaje al acto supone una salida total de la escena. El acting out es un mensaje simbólico dirigido al gran Otro, mientras que un pasaje al acto es una huída respecto del Otro, hacia la dimensión de lo Real. El pasaje al acto es una salida de la red simbólica, una disolución del lazo social. Aunque según Lacan el pasaje al acto no necesariamente implica una estructura psicótica, entraña una disolución del sujeto en su identificación con un objeto.
Para Lacan, el pasaje al acto se trata de un “actuar inconciente”, un acto no simbolizable con el cual el sujeto cae en una situación de ruptura integral, de alienación radical. Se identifica entonces con el objeto pequeño a , es decir con un objeto rechazado en el marco simbólico.

El crimen de las hermanas Papin: La locura de a dos
Alrededor de las 19 hs del 2 de febrero de 1.933, la señora Lancelin y su hija Geneviéve regresan a su casa en Le Mans con la intención de cambiarse de ropa para ir a cenar al centro, allí son salvajemente atacadas por las dos criadas de la casa con las cuales, hasta el momento, habían tenido una excelente relación.
El ataque sobreviene en el momento en que las dos mujeres entran a la casa, estas no se defendieron, puesto que sus agresoras no estaban heridas ni tuvieron tiempo de dejar los paquetes que traían. Las víctimas no pudieron defenderse ni prevenir el ataque en una agresión que alcanzó el paroxismo de la furia.
¿qué ocurrió?. Una plancha descompuesta, un fusible que dejó la casa en la oscuridad, quizás una mirada de reproche de la señora Lancelin desató la terrible escena que encont´ro el señor Lancelin cuando volvió a su casa: sangre y restos por todas las paredes de la habitación, las cabezas destrozadas, los ojos arrancados. El horror de estos ojos arrancados a víctimas vivas, “la metáfora mas utilizada del odio”, como escribirá luego Lacan; sin embrgo, para estas hermanas, esta afirmación toma un carácter Real, sin metáfora.
Se sabe que fue Christine, la mayor, de 20 años la que realizó la mayor parte del trabajo. Léa, la menor, la siguió y se limitó a imitarla: es quien post mortem, les da a las víctimas profundas cuchilladas en las nalgas los muslos y las piernas, cortes que llamará “tajaduras” y que recuerdan a las realizadas en los panes para asegurarse la cocción justa.
Las hermanas utilizan para su acto, los instrumentos que estaban a su alcance: un jarrón de estaño que se encontró tirado en el piso, un martillo, los cuchillos de la cocina…
Cuando terminan de matarlas, las hermanas limpian sus herramientas de trabajo, las vuelven a colocar cuidadosamente en su lugar, se lavan, se deshacen de sus ropas ensangrentadas e intercambian este comentario: “quedó todo limpio”.

Christine y Lea confesaron su crimen a los tribunales con un estilo provocador. Christine dirá: “mi crimen es lo suficientemente grande para que yo diga las cosas como son”, “Prefiero que hayamos sido nosotras las que las despachamos a ellas y no ellas a nosotras”.

La historia de las hermanas

Las hermanas fueron dadas para su crianza al poco tiempo de nacer a personas de la familia. A los siete años, fueron internadas por decisión de su madre en orfelinatos distintos. Cuando Christine tiene edad para trabajar, la madre la pone a trabajar en casas de familia de la que la saca al poco tiempo, hecho que parece una confirmación de su dominio sobre la vida de su hija.
Cuando Christine, de 20 años llega a la casa de los Lancelin, le pide a la señora de la casa que contrate a su hermana de 16 para ayudarla, esta accede.
La señora Lancelin establece las reglas de la casa y da las órdenes a Christine y ésta se encarga de retrasmitirlas al personal doméstico. No hay relación entre estos y la gente de la casa. Las hermanas estan siempre juntas, no salen ni hablan con nadie y hacen sus quehaceres prolijamente.
La madre, dos años antes les envía cartas que hablan de la relación que esta mujer mantenía con el mundo y con sus propias hijas: “Hay celos contra ustedes y contra mí”, escribe textualmente. También habla de persecución: alguien la estaría persiguiendo a través de sus hijas: se trata de un perseguidor no identificado: “Alguien nos hará caer para convertirse en vuestro amo, hará lo que quiera de vosotras”.
Esta carta hace pensar en una estructura paranoica en la madre, pero esto no basta para explicar el acto de las hijas. Las dos cartas son verdaderas piezas de convicción, paradigma del conocimiento paranoico: “Uno cree tener amigos y son todos grandes enemigos”.
Entre las hermanas, el vínculo es claramente asimétrico: la mayor es la que ama, manda y consuela y la menor es la que se deja amar, obedece.Otro rasgo extraño es la recelosa susceptibilidad de las hermanas a toda forma de reproche u observación. Toda llamada de atención le resulta intolerable, pues implica para ella un goce del Otro en el acto de humillarla.
De modo que el cumplimiento perfecto, obsesivo de sus obligaciones es el trabajo que hace Christine para mantener a raya ese goce que amenaza todo el tiempo con destruirla que hace crecer en ella una tensión agresiva cuyo impulso desencadenará la tragedia mas tarde.
Un día en que la señora había tomado a Léa por la manga con la punta de los dedos y la había obligado a arrodillarse para levantar un papel que había eludido en la limpieza, Christine había dicho:”que nunca se le ocurra empezar con eso sinó…”
Tres acontecimientos van a atravesar la tranquilidad de la vida de las hermanas Papin y las precipitarán al acto:
1) La señora Lancelin viola la neutralidad de la relación con las hermanas e interviene a fin de que estas guarden para sí todo su salario del cual enviaban una buena parte a su madre. Desde ese momento, la señora pasa a ser una madre protectora para las hermanas y que da en la línea del Otro con mas fuerza que antes.
2) Luego de este suceso, las hermanas rompen relaciones con la madre. Ruptura sin palabras y sin disputas que se produce un domingo de octubre. Luego la madre dirá: “nunca supe porqué razón mis hijas no quisieron volver a verme”. Al quedar la madre fuera de juego, será la señora Lancelin quien ocupa todo el espacio maternal. La tensión crece en la casa, el carácter de las hermanas se hace mas sombrío, se repliegan mas en sí mismas y ya no le dirigen la palabra a nadie.
3) El tercer suceso tendrá lugar en la alcaldía del pueblo, donde las muchachas se presentan en el mes de agosto, mientras los Lancelin están de vacaciones. En un estado de sobreexitación, le manifiestan su voluntad al alcalde: quieren emancipar a Léa. No saben responder de qué ni de quién. Mencionan un supuesto secuestro y, al mismo tiempo quieren permanecer en la casa, donde se encuentran muy bien.
Gestión que termina en la comisaría central donde son enviadas y donde manifiestan que se sienten perseguidas, Perseguidas por el alcalde que en vez de defenderlas, las persigue”. La inquietud del comisario es tal que, cuando el señor Lancelin regresa de vacaciones, lo cita para prevenirlo, lo que el señor desoye.

Convocados como expertos, tres psiquiatras examinaron a las culpables y las declararon sanas de cuerpo y de espíritu, es decir plenamente responsables de sus actos. Fueron inculpadas inmediatamente de asesinato sin premeditación, con riesgo pare una de pena de muerte, pare la otra de prisión perpetua. Cinco meses después de su encarcelamiento, Christine era victima de sincopes y de alucinaciones, intentaba arrancarse los ojos, ponía los brazos en cruz y se entregaba a exhibiciones sexuales. Anunciaba que en una vida futura sería el marido de su hermana, veía a ésta en sueños, con las piernas cortadas, suspendida de un árbol. Se ponía furiosa de que le administraran la camisa de fuerza y de que la aislaran en una celda. Cuando le preguntaron por qué había desnudado a la señorita Lancelin, respondió hoscamente: "Buscaba algo cuya posesión me habría hecho más fuerte". A pesar de sus declaraciones, el experto psiquiatra la trató de simuladora y la mandó de nuevo al banquillo de los acusados. Fue entonces cuando Benjamin Logre corrió en ayuda de la defensa. Sin tener derecho a examinar a las dos hermanas, planteó un diagnóstico de anomalía mental, engendrada por una histero-epilepsia con perversión sexual e ideas de persecución. E129 de septiembre de 1933, ante la audiencia de la Sarthe, se enfrentaron varias opiniones. Para la parte civil y el fiscal, las hermanas Papin era monstruos sangrientos, desprovistas de toda humanidad. Para los otros, aparecían como víctimas expiatorias de la ferocidad burguesa. Péret y Éluard celebraron a las heroínas invocando los cantos de Maldoror, mientras Sartre pensaba sobre todo en denunciar la hipocresía de la sociedad de buenos principios. El abogado de la familia Lancelin alegó la responsabilidad e intentó incluso que se admitiera la tesis de una semipremeditación. Frente a él, la abogada Germaine Briére se apoyó en el diagnóstico de Logre pare demostrar la locura de las acusadas. Como en otro tiempo en el proceso de Joseph Vacher, y como en el de la señora de Lefevbre, los partidarios de la psiquiatría dinámica se opusieron a los teóricos de la herencia, de la constitución y de la simulación . En medio de este campo de batalla, las dos hermanas confesaron que no tenían nada que reprochar a sus víctimas. Expresaban así la significación oculta de un acto cuyo sentido se le escapaba. Christine recibió la sentencia de muerte de rodillas, pero su pena fue conmutada inmediatamente en prisión perpetua. Un año más tarde, sujeta a nuevas crisis delirantes, será internada en el asilo de alienados de Rennes donde morirá de caquexia vesánica, castigándose así por su crimen según un proceso paranoico de autocastigo. En cuanto a Lea se unirá a su madre después de varios años de encarcelamiento.



Conclusiones
¿Cuáles serían entonces los motivos que Lacan expresa en su artículo? El delirio, dijo, parece surgir al azar de un incidente banal: el corte de corriente eléctrica. Pero ese incidente no era sin dude tan anodino como parecía, a condición de buscar en él una significación inconsciente.
Y Lacan se lanzaba a proponer que ese "apagón" venía a materializar el silencio que se había instaurado desde hacía mucho entre las amas y las criadas: de un grupo al otro, en efecto, "no pasaba la corriente", pues no se hablaba. Desde ese momento, el crimen, desencadenado por el corte de corriente, era la puesta en acto, por la violencia, de ese no-dicho cuya significación escapaba a las protagonistas del drama. Las criadas Papin habían asesinado a las señoras Lancelin por un motivo equivalente: el verdadero móvil del crimen no era el odio de clase, sino la estructura paranoica a través de la cual el asesino hería el ideal del amo que llevaba en sí.
En el seminario tres, Lacan ubica las coordenadas del desencadenamiento en la aparición de Un Padre en lo real, referencia a la que el neurótico apela y que responde en lo simbólico ya que fue inscripta en este registro. El psicótico, al carecer de dicha inscripción, el retorno se efectúa en lo real, produciendo el desastre creciente de lo imaginario, en este caso, las coordenadas parecen situarse en la ubicación de la señora Lancelin como otro, en un principio pacificador y benévolo en contraposición con la madre pero que no tarda en tornarse otro perseguidor que precipita el acto.
En la frase en la cual Christine expresa: “prefiero que hayamos sido nosotras las que las despachamos a ellas y no ellas a nosotras” se expresa esa tensión en espejo en la que los fenómenos imaginarios aparecen desenganchados y en donde la agresividad no tiene contención. En el sujeto paranoico es, efectivamente la alternativa: él o yo y es eso lo que precipita el pasaje al acto, Kakon, tensión insoportable que se intenta inscribir a través del acto y que en este caso, parece no ser logrado.
Mas oscura parece ser la participación de la hermana menor en el hecho, podría pensarse en una identificación histérica, o en una debilidad mental de esta joven, alienada a los significantes que la madre y la hermana le ofrecen, me faltan elementos para poder pensar el estatuto del acto de Lea.
En el caso de la madre, podría preguntarse: ¿eran tres las Papin?, no lo sabemos, en todo caso y a través de sus cartas podemos pensar que pertenecía a una estructura paranoica que contribuyó a alimentar el delirio de su hija Christine.
Lacan, entonces proporciona en su artículo y en sus conceptualizaciones posteriores, la clave para tratar de entender los “motivos” psicóticos por fuera de las explicaciones de la psiquiatría del orden de: “inhibición de los frenos de la conducta”, tan opacos como “prestigiosos” en el medio judicial. Y devuelve entonces su verdadera dimensión al encadenamiento de hechos que derivan en un pasaje al acto y que solamente pueden ser entendidos en su propia lógica.
Lic. Florencia Borgoglio

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