viernes, 17 de mayo de 2013

La repetición


En un intento por cernir el concepto de "La repetición" en la obra de Lacan y su relación con el Inconciente Real, Colette Soler nos dice:

..." Lo que se reproduce son los habitus. Su función esta a nivel de la gestión de los cuerpos. Ellos cautivan y canalizan la libido en sus vías estables, siempre las mismas, que fabrican en el fondo inercias libidinales. Por otra parte se constata que con el tiempo y la edad los individuos están cada vez más cautivos de esas inercias. Esos hábitos estan programados por los discursos y resultan muy presentes en toda institución, comenzando por la institución familiar, por "la economía de la casa" - como dice Lacan en la página 10 de Televisión-. Estas son a decir verdad, inercias cultivadas que tienen una función positiva, puesto que son constituyentes de los lazos sociales. Vean el debate actual sobre la Identidad Nacional. Una identidad nacional, tanto como una individual no está constituída solamente por convicciones políticas, religiosas, etc., sino que comporta siempre toda una gestualidad. Y es un hecho que la mayoría de las instituciones políticas cultivan rituales y conmemoraciones que apuntan a homogeneizar las conmociones subjetivas."

y luego agrega: " El habitus, si es regulador de conductas, si se impone contra el choque de singularidades, también mata al pensamiento"

Colette Soler
"El seminario repetido"

lunes, 13 de mayo de 2013

" El sujeto supuesto saber entre semblante y sinthome"

El sujeto supuesto saber entre semblante y sinthome [1]
Por Paula Vallejo
Paula VallejoLa experiencia de un análisis tiene un carácter finito. Esto quiere decir que entraña un límite. Con Lacan, ese límite se llama "no hay relación sexual". Con ese límite del análisis se controla y también, llegado el caso, se hace el pase. Es también con el límite del análisis, que es el límite del goce, que se comienza la experiencia. Ese límite está presente desde el inicio.
Durante su enseñanza, Lacan fue cambiando sus referencias para poder pensar la experiencia analítica, qué era lo que allí ocurría y de qué modo. De manera muy simplificada, y a los fines de hacer visible rápidamente las escansiones, ubicaré tres momentos.[2]
El primero, en los años 50, en su escrito "Intervenciones sobre la transferencia", donde es posible apreciar el efecto sobre Lacan del concepto hegeliano de experiencia. Para Hegel la experiencia entraña "la sustitución de una verdad que se revela falsa o incompleta por otra que la niega, la supera e incluye"[3]. Si bien este modelo hegeliano resulta adecuado para captar las emergencias de la verdad en un análisis, le plantea un problema a Lacan pues en su horizonte supone una adecuación posible entre el saber y la verdad, ya que está orientado por la idea de alcanzar lo que Hegel denomina Saber absoluto y Lacan traduce como un recubrimiento de lo simbólico y lo real, sin resto.
En los años 60, en otro escrito, "Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano", Lacan acota el alcance de este modelo hegeliano, introduciendo la dimensión de la verdad como falta "para la realización del saber".[4] La introducción del S (Ⱥ) coronando el grafo del deseo hace entrar entonces, en la experiencia del análisis, la inconsistencia del Otro, que posteriormente se correlacionará con la consistencia lógica del objeto a, producida en el recorrido de la experiencia como un real que hace de límite a la potencia del significante, al erigirse como lo imposible para lo simbólico. Es en estas coordenadas que Lacan propone formalizar la entrada en análisis a partir de pensar la transferencia analítica con el matema del S.s.S.
Posteriormente, en los años 70, puede ubicarse un tercer momento respecto de la concepción de la experiencia en psicoanálisis. Este tercer momento entraña un cambio de paradigma, fundamentalmente porque ya no se da por sentado el orden de un mundo cerrado donde reina la dialéctica, donde se trata de un todo que hace sistema, sino que lo que cobra cada vez mayor relieve es lo que Lacan denomina el torbellino[5]. Es entonces el desorden lo que se ubica en primer plano y se impone la idea de que lo real no es racional, que no puede ser enmarcado en un sistema cerrado, que es contingente, esto es, sin ley[6]. En este momento Lacan apunta a cernir lo real de la experiencia analítica mediante el trabajo con los nudos y a partir de la noción de agujero y el concepto de sinthome, demostrando que la verdad mentirosa con la cual se construye la hystoria de cada cual, no es más que semblante. No hay verdad sobre lo real, no hay verdad última sobre el goce, lo que hay son piezas sueltas, fragmentos, restos.
Como dijo Miller en su conferencia en el VIII Congreso de la AMP en Buenos Aires[7], "este conjunto de nociones amenazan al S.s.S., que se arma a partir de la idea de que hay saber en lo real". Miller señaló allí que "la suposición de un saber en lo real sería un último velo que hay que levantar"[8]. En esta perspectiva es el semblante lo que arma un todo y el sentido es una prótesis que impide hacer un uso de esas piezas sueltas. El análisis se orienta entonces hacia el vaciamiento de sentido y el aislamiento del rasgo de goce, del Uno del síntoma como acontecimiento de cuerpo. Vaciado de sentido, el síntoma sólo puede convertirse en sinthome, pieza suelta, desabonado del inconsciente, pero apto para alojar una satisfacción nueva.
El SSS entre semblante y sinthome
En un análisis, no hay modo de prescindir del significante para lo que hace al goce, pues es por el significante que el goce hace su aparición. La cuestión será, más bien, qué estatuto darle al significante.
Lacan sitúa la motivación de la transferencia en "la primariedad significante del rasgo unario"[9]. Este S1, que se constituye como significante de la transferencia, permite leer el goce al fabricar sentido con él.
Para ello, es necesario, poder captar de entrada al síntoma en su máxima singularidad. ¿Cómo hacerlo? La propuesta de Lacan es situar el significante de la transferencia como lo que puede aislarse de un enunciado singular del sujeto incluido en su síntoma. Como tal, este S1 que es el rasgo unario, y que en su estatuto de S1 solo conmemora el encuentro singular con el goce y no tiene ningún sentido, es puesto -vía el acto del analista- en conexión con otro significante, el significante cualquiera, el cual permite que el autismo del síntoma sin transferencia se abone al inconsciente. Al introducir la suposición de saber bajo la forma de una significación a descifrar, en el lugar mismo del goce, el S.s.S. se vuelve equivalente al inconsciente. Este equívoco da pie a una estructura de ficción que posibilita la apertura de la experiencia "respondiendo al enigma de la conjunción de lo simbólico y lo real mediante la conjunción de lo simbólico y lo imaginario"[10]. Lacan mismo lo señala en su conferencia "Joyce, el sinthome II", cuando dice que el goce del síntoma es un goce desvalorizado "por el hecho de que el análisis, recurriendo al sentido para resolverlo, no tienen ninguna posibilidad de lograrlo si no es dejándose enredar… por el padre".[11]
Si bien para Lacan este circuito resulta necesario para abordar el goce de la buena manera, esto es, a partir de un semblante, constituye al mismo tiempo un modo de cubrir la falta estructural en el saber -S(Ⱥ)- y no cesa de reenviar al analizante a buscar la clave del síntoma en el sentido inconsciente. De no mediar otra operación el recurso al S.s.S. puede convertirse en una defensa frente al horror de saber. En la perspectiva de la última enseñanza, como nos lo recuerda Miller, va en la vía de hacer existir la idea de que hay saber en lo real, y constituye como tal una defensa frente a lo real mismo.
La lectura de Miller, sobre todo en los últimos años, parece indicar otra vía para la operación analítica. Basado en los desarrollos de Lacan del seminario sobre Joyce, Miller dice que "el paso del sinthome consiste en pensar el goce sin el S1, es decir, sin el NP"[12]. ¿Se trata entonces de aislar el goce sin el S1 que lo vuelve legible? ¿Es posible tratar el goce sin recurrir al saber inconsciente, que Miller califica de "caja de herramientas antigua?[13] ¿O más bien hay que hacer lugar al inconsciente, al S.s.S. como fenómeno natural de la experiencia analítica y reconociendo su carácter de defensa apuntar a su desbaratamiento, no sin la dimensión temporal que incluye el recorrido de un análisis?
Estas preguntas se vuelven candentes para la práctica del psicoanálisis en el siglo XXI, y frente a las emergencias mudas de lo pulsional que caracterizan gran parte de las presentaciones actuales, correlativas del nuevo orden simbólico.
En este punto se vuelve decisiva la posición del analista en la cura: ser capaz, desde el inicio, de alojar lo indecible de la experiencia misma, ya sea haciéndolo funcionar como límite al inconsciente en el caso del desvarío del sentido, o como nominación del goce cuando éste se presenta en cortocircuito con el inconsciente.
Mi posición sigue siendo clásica y no por eso contradice los desarrollos que avanza Miller. El analista encarna un punto de exterioridad en el espacio particular del análisis, haciéndose destinatario del reservorio de sentido-gozado que se va produciendo a lo largo de la cura, y dando lugar a lo que Lacan llama en "Televisión", la formación sintomática del inconsciente que es el S.s.S. y también al amor de transferencia. Es este espacio "entre" el analista y el analizante lo que permitirá que lo que era sólo sufrimiento del síntoma comience a producir sentido, y también dará lugar a que el analizante pueda separarse progresivamente de la fijación única del sentido a la que lo reduce su fantasma, y por el despliegue de su lógica, llegue a cernir en su límite el a, ese resto que sólo surge en el momento en que es concebido el límite que funda al sujeto. Es recién con el recorte del objeto y el despejamiento del fantasma que se produce una nueva superficie, en la que ya no se trata de los artificios del inconsciente sino de la constatación del goce pulsional alojado en el síntoma, letra de goce que ya no está animada por el fantasma, que resiste al sentido y nos conduce a la vertiente del signo,[14] haciendo ex-sistir al inconsciente en su dimensión de real, fuera de sentido.
En esta perspectiva, considero que lo que se revela para el analizante con la caída del S.s.S. es el estatuto de semblante que éste ha tenido durante toda la cura, semblante necesario que ha permitido aparejar significante y goce en torno a una presencia encarnada, la cual ha venido a funcionar como el partenaire goce del analizante, su sinthome. Soportado del deseo del analista, el parlêtre es conducido al sitio vacío del Otro, al encuentro con el S(Ⱥ). De aquí en más será cuestión para él de un saber hacer singular con el resto indescifrable.
La figura del desabonado del inconsciente introduce precisamente esto, alguien que pudo desasirse del amor al inconsciente para gozar, que pudo desprenderse de los ideales que lo empujaban a buscar la plenitud de un goce que no existe, que pudo consentir a que lo único que hay son esos trazos de lalengua, contingentes, que marcaron su cuerpo, y con los cuales habrá de inventar nuevos usos, singulares y menos mortificantes, de vivir la pulsión.
Quiero concluir mi exposición con una frase de Lacan que tuvo para mí un efecto de enigma y a la vez una resonancia particular. Es de la clase del 15 de abril de 1980, del Seminario 27, Disolución y dice: "El S.s.S. no es todo el mundo ni nadie. No es todo sujeto, pero tampoco es un sujeto nombrable. Es algún sujeto. Es el visitante de la noche o mejor, tiene la naturaleza de la señal marcada por una mano de ángel en la puerta. Más seguro de existir, no siendo ontológico, y de llegar no se sabe de dónde".
Notas
  1. Presentado en VI Jornadas Anuales de acción Lacaniana" Del Sujeto Supuesto Saber al desorden de lo real. El desafío del psicoanálisis en el siglo XXI", en Centro Cultural Islas Malvinas, La Plata, el 3 de Noviembre de 2012.
  2. Para el planteo de estos tres momentos tomo como referencia un artículo de Claudio Godoy, "El psicoanálisis como experiencia". En: Lacaniana n° 9, EOL, Buenos Aires, 2009, p. 133.
  3. Ibíd., p.135.
  4. Lacan, J. Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano. En: Escritos 2, Siglo XXI, Buenos Aires, p. 777. Lacan dice allí que la verdad "está en reabsorción constante, en lo que tiene de perturbador, no siendo en sí misma sino lo que falta para la realización del saber".
  5. Lacan, J. "Sesión de clausura" de las jornadas de estudio de los carteles en la Escuela Freudiana de París, 1975, inédito. "…cada uno sabe que yo alardeo de dialéctico y que he hecho uso del término antes de llegar al torbellino".
  6. Ibíd 1. El paradigma que introduce el torbellino remite a la tradición atomista y epicúrea de la filosofía griega y es rescatado por las teorías físicas del caos. Sostiene la existencia de un estado atómico inicial en el que el vacío es perturbado por una turbulencia produciéndose así un desorden. De esta manera, lo real de la naturaleza es presentado como aquello que crea novedades, sorpresas, imprevistos y no un universo cerrado de leyes estáticas, inmutables y eternas. Introduce una perspectiva de lo real mucho más adecuada para el psicoanálisis que el sustancialismo de la dialéctica. Lo real para Lacan no hace universo, no hace sistema, no hace un todo.
  7. Miller, J-A. "Lo real en el siglo XXI". En: El orden simbólico en el siglo XXI no es más lo que era. ¿Qué consecuencias para la cura? Grama, Buenos Aires, 2012.
  8. Ibíd, p. 425.
  9. Lacan, J. Reseña del seminario "El acto psicoanalítico". En: Otros escritos, Bs. As., 2012.
  10. Miller, J-A. Piezas sueltas. Clase VII. Inédito. 2004-2005.
  11. Lacan, J. "Joyce, el sinthome II". En: Uno por Uno n° 45, Revista Mundial de Psicoanálisis, EOLIA-Paidós, Bs. As., 1997.
  12. Miller, J-A. Piezas sueltas, Op. Cit.
  13. Ibíd.
  14. Dassen, F. "El pase como poema experimental", en Lacaniana n° 1, EOL, Buenos Aires, 2001.

“El atravesamiento del fantasma a partir de la ultimísima enseñanza de Lacan”

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