jueves, 7 de mayo de 2015

De la Imaginarización a la Significantización del goce

Referencias bibliográficas de Lacan en los Seminarios 1 al 5.
Por: Laura Canedo (Compiladora)
El presente trabajo[1] ha sido realizado por los miembros del equipo de la Biblioteca del Campo freudiano de Barcelona y de Tarragona. A lo largo de tres entregas encontrarán frases, párrafos, fragmentos extraídos del decir de Jacques Lacan a lo largo de sus Seminarios, que permiten orientarnos sobre el tema de las Jornadas y sus ejes de trabajo en los diferentes periodos de elaboración, tal y como se fueron sucediendo.
La orientación propuesta por Jacques-Alain Miller en relación a los paradigmas del goce en la enseñanza de Lacan, nos ha parecido especialmente pertinente a la hora de pensar el tema de nuestras XIII Jornadas: “Las elecciones del sexo: de la norma a la invención.”
Esta primera entrega engloba las notas extraídas de los Seminarios 1 a 5. Encontrarán así lo que podemos llamar “de la imaginarización a la significantización del goce”, es decir, un recorrido por la teorización del goce tal como fue elaborándola Lacan en su enseñanza inaugural.
A nivel teórico, en los primeros Seminarios Lacan recorre la obra de Freud considerando imaginario todo aquello que no es susceptible de incluirse en el orden de la satisfacción simbólica. Encontramos como punto de partida la no relación de lo simbólico y lo imaginario. El orden simbólico se presenta con una lógica que prescinde de toda referencia al goce del cuerpo; y frente a la satisfacción simbólica, está también la satisfacción imaginaria, a la que podemos llamar el goce. La libido tiene un estatuto imaginario, y el goce lo encontramos en el eje imaginario a-a’.
Tal y como vemos en el Seminario 5, esta operación de imaginarización del goce es progresivamente superada por la trasposición de lo imaginario en lo simbólico. Así, se va imponiendo la significantización del goce; las pulsiones se estructuran en términos de lenguaje, el falo desplaza su estatuto hasta devenir un significante, y la construcción de la fórmula del fantasma será el punto nodal en el que imaginario y simbólico se concentran.
Lacan lleva tan lejos la significantización del goce que lo demuestra equivalente al significado de una cadena significante inconsciente cuyo vocabulario estaría construido por la pulsión. Es lo que en esta etapa aparece como deseo.
El Seminario, Libro 1, Los Escritos Técnicos de Freud (1953-1954), Paidós, Buenos Aires, 1986.Lluïsa Andreu (Barcelona)
“Freud se plantea ¿qué es el trauma? (…) su dimensión fantasmática es infinitamente más importante que la dimensión de acontecimiento.” (p. 61)
“La prenda del análisis no es sino reconocer qué función asume el sujeto en el orden de las relaciones simbólicas (…) cuya célula inicial es el complejo de Edipo, donde se decide la función del sexo.” (p. 111)
“…Freud no vacila en aplicar a la transferencia el nombre de amor. (…) La estructura de ese fenómeno artificial que es la transferencia y la del fenómeno espontáneo que es el amor y, muy precisamente, amor-pasión, son en el plano psíquico equivalentes.” (p. 142)
“¿Sobre qué se funda, en suma, el descubrimiento freudiano? Sobre la aprehensión fundamental de que los síntomas del neurótico revelan una forma desviada de satisfacción sexual.” (p. 184)
“No es la realidad del compañero sexual, la particularidad de un individuo, sino algo que tiene una estrecha relación con lo que acabo de llamar el tipo: a saber una imagen.” (p. 188)
“La pulsión libidinal está centrada en la función de lo imaginario” (p. 188)
“Los comportamientos sexuales son especialmente engañadizos.” (p. 189)
“Existe ante todo, en el campo de la fijación amorosa, de la Verliebtheit, el tipo narcisístico. Está fijado pues se ama primero, lo que uno mismo es, vale decir, como Freud lo precisa entre paréntesis, uno mismo; segundo, por lo que uno ha sido; tercero, lo que uno quisiera ser; y cuarto, la persona que fue una parte del propio yo.” (p. 201)
“El narcisismo no es la relación entre el individuo biológico y su objeto natural.” (p. 247)
“En el artículo sobre El yo y el ello (…) Freud escribe que el yo está formado por la sucesión de las identificaciones con los objeto amados que le permitieron adquirir su forma.” (p. 255)
“La perpetua reversión del deseo a la forma y de la forma al deseo, en otras palabras de la conciencia y del cuerpo, del deseo en tanto que parcial al objeto amado, en el que el sujeto literalmente se pierde, y al que se identifica, es el mecanismo fundamental alrededor del cual gira todo lo que se refiere al ego.” (p. 255)
“La relación imaginaria primordial brinda el marco fundamental de todo erotismo posible.” (p. 259)
“En el sujeto humano, el deseo es realizado en el otro, por el otro (…) A partir de entonces, el deseo del otro, que es el deseo del hombre entra en la mediatización del lenguaje. Es en el otro, por el otro, que el deseo es nombrado. Entra en la relación simbólica del yo (je) y el tú, en una relación de reconocimiento recíproco y de trascendencia, en el orden de una ley ya preparada para incluir la historia de cada individuo.” (p. 263)
“La perversión es siempre frágil, está siempre a merced de un vuelco, de una subversión.” (p. 322)
“Esta incertidumbre fundamental de la relación perversa, que no logra establecerse en ninguna acción satisfactoria, constituye uno de los aspectos del drama de la homosexualidad.” (p. 322)
“La perversión es una experiencia que permite profundizar lo que puede llamarse, en su sentido pleno, la pasión humana (…), aquello por lo cual el hombre está abierto a esta división consigo mismo que estructura lo imaginario; (…) en esta hiancia del deseo humano donde aparecen todos los matices (…) a través de los que el deseo humano está por entero expuesto, en el sentido más profundo del término, al deseo del otro.” (p. 323)
El Seminario, Libro 2, El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica (1954-1955), Paidós, Buenos Aires, 1983. Iolanda Ferreres (Barcelona)
“Pues bien, en el momento preciso en que se inaugura ese nuevo ser-en-el-mundo que aquí designo como una subjetividad, Sócrates advierte que en lo tocante a lo más precioso, la areté, la excelencia del ser humano, no es la ciencia la que podrá trasmitir las vías que a ella conducen. Ya ahí se produce un descentramiento; a partir de esa virtud se abre un campo al saber, pero esta virtud misma, en cuanto su transmisión, su tradición, su formación, queda fuera del campo.” (p. 14)
“Lo expresa muy bien la fulgurante fórmula de Rimbaud –los poetas, que no saben lo que dicen, sin embargo siempre dicen, como es sabido, las cosas antes que los demás-: Je est un autre (yo es otro).” (p. 17)
“… el sujeto está descentrado con respecto al individuo. Yo es otro quiere decir eso.” (p. 20)
“¿Por qué decidió Freud introducir estas nuevas nociones metapsicológicas, denominadas tópicas, que se llaman yo, superyó y ello? (…) En una palabra, el nuevo yo (je), con el que tenía que dialogar, al cabo de cierto tiempo se negó a responder.” (p. 22)
“Las palabras fundadoras, que envuelven al sujeto, son todo aquello que lo ha constituido, sus padres, sus vecinos, toda la estructura de la comunidad, que lo han constituido no sólo como símbolo, sino en su ser. Son leyes de nomenclatura las que determinan –al menos hasta cierto punto- y canalizan las alianzas a partir de las cuales los seres humanos copulan entre sí y acaban por crear, no sólo otros símbolos, sino también seres reales que, al llegar al mundo, de inmediato poseen esa pequeña etiqueta que es su nombre, símbolo esencial en cuanto a lo que les está reservado.” (p.37)
“El yo, en su aspecto más esencial, es una función imaginaria. Hay aquí un descubrimiento de la experiencia, y no una categoría que yo calificaría casi de a priori, como la de lo simbólico.” (p.61)
“En la naturaleza encontramos bajo mil formas la función imaginaria: son todas las captaciones guestaltistas enlazadas al pavoneo, tan esencial para el mantenimiento de la atracción sexual en el interior de la especie. Pues bien: la función del yo presenta en el hombre características diferentes. Este es el gran descubrimiento del análisis: a nivel de la relación genérica, ligada a la vida de la especie, el hombre funciona ya de otro modo. Ya hay en él una fisura, una perturbación profunda de la regulación vital. En esto radica la importancia de la noción de instinto de muerte aportada por Freud. No es que esta noción sea en sí misma tan luminosa. Lo que hay que comprender es que le resultó forzoso introducirla para hacernos tener presente un dato punzante de su experiencia, en un momento en que se empezaba a perder.” (p. 62)
“Les doy una definición posible de la subjetividad, formulándola como sistema organizado de símbolos, que aspiran a abarcar la totalidad de una experiencia, animarla y darle su sentido. ¿Y qué es lo que aquí estamos tratando de realizar, si no una subjetividad?” (p. 68)
“Sabemos que la consciencia está ligada a algo enteramente contingente, tan contingente como la superficie de un lago en un mundo deshabitado: la existencia de nuestros ojos o de nuestros oídos.” (p. 79)
“El yo es lisa y llanamente un objeto.” (p. 81)
“Toda la dialéctica que a manera de ejemplo les presenté bajo el nombre de estadio del espejo se basa en la relación entre, por una parte, cierto nivel de tendencias, experimentadas –digamos por ahora en determinado momento de la vida- como desconectadas, discordantes, fragmentadas, -y de eso siempre queda algo- y, por la otra, una unidad con la cual se confunde y aparea. Esta unidad es aquello en lo cual el sujeto se conoce por primera vez como unidad, pero como unidad alienada, virtual. No participa de los caracteres de inercia del fenómeno de conciencia bajo su forma primitiva; por el contrario, tiene una relación vital, o contra-vital con el sujeto.” (p. 81)
“¿Dónde se encuentra a sí mismo el individuo en su función subjetiva, sino en el inconsciente? Es éste uno de los fenómenos más manifiestos que descubre la experiencia freudiana.” (p. 91)
“Lo importante, el sueño lo muestra, es que los síntomas analíticos se producen en la corriente de una palabra que intenta pasar. Esta palabra encuentra siempre la doble resistencia de lo que hoy, por ser tarde, llamaremos el ego del sujeto y su imagen. (…) Cualesquiera que sean los ecos primordiales e infantiles, el verdadero valor de este sueño está en la búsqueda de la palabra, en el abordaje directo de la realidad secreta del sueño, en la búsqueda de la significación como tal. (…) la única palabra clave del sueño es la naturaleza misma de lo simbólico.” (p. 242)
“… sólo en la dimensión de la verdad puede haber algo escondido. En lo real, la idea misma de un escondite es delirante: por lejos que haya ido alguien a llevar algo a las entrañas de la tierra, ese algo no está escondido, porque si ese alguien llegó hasta ahí pueden también llegar ustedes. Sólo se puede esconder aquello que pertenece al orden de la verdad.” (p. 302)
“Todo aquello que podría servir para definir a los personajes como reales –cualidades, temperamento, herencia, nobleza- en este asunto no sirve para nada. Cada cual es definido en cada momento, y hasta en su actitud sexual, por el hecho de que una carta siempre llega a su destino.” (p. 307)
“La libido permite hablar del deseo en términos que implica una objetivación relativa. Es, si así lo quieren, una unidad de medida cuantitativa. Cantidad que no saben medir, que no saben qué es pero que siempre suponen está allí.” (p. 332)
“… la conciencia no es universal. La experiencia moderna se ha despertado de una vieja fascinación por la propiedad de la conciencia, y considera la existencia del hombre en su estructura propia, que es la estructura del deseo. He aquí el único punto a partir del cual puede explicarse que haya hombres. No hombres en cuanto manada, sino hombres que hablan, con una palabra que introduce en el mundo algo que gravita tan pesadamente como todo lo real. (…) En realidad, el deseo sexual no tiene nada de objetivado en nuestra experiencia. No es una abstracción y tampoco una x depurada, como pasó a ser en física la noción de fuerza.” (p. 336)
“¿Es tan humano el sentido? Un sentido es un orden, es decir un surgimiento. Un sentido es un orden que surge. En él una vida insiste en entrar, pero él expresa quizás algo que está totalmente más allá de ella, pues cuando vamos a la raíz de esa vida, y detrás del drama del paso a la existencia, sólo encontramos la vida unida a la muerte. A esto nos conduce la dialéctica freudiana.” (p. 347)
“La vida sólo piensa en descansar lo más posible mientras espera la muerte. (…) La vida sólo sueña en morir. Morir, dormir, soñar quizá, como dijo cierto señor, precisamente en el momento en que de eso se trataba: to be or not to be.” (p. 348)
El Seminario, Libro 4, La relación de objeto (1956-57), Paidós, Barcelona, 1994. Cecilia Hoffman y Josep Maria Panés (Barcelona)
“… si lo consideramos en la perspectiva de la relación de objeto, resulta que el fetiche cumple en la teoría analítica una función de protección contra la angustia, y, cosa curiosa, la misma angustia, es decir, la angustia de castración. (…) en este caso, el objeto tiene cierta función de complemento con respecto a algo que se presenta como un agujero, incluso como un abismo en la realidad.” (p. 23)
“¿Por qué llega el niño a ocupar más o menos la posición de la madre con respecto al falo? ¿O por el contrario, en algunas formas muy particulares de dependencia en las que pueden presentarse anomalías con toda la apariencia de la normal, la posición del falo con respecto a la madre? ¿Qué le conduce hasta ahí? Lo que está en juego es el vínculo que el niño establece entre el falo y la madre.” (p. 60)
“Puede ocurrir, en efecto, que un accidente evolutivo o una incidencia histórica afecte a los vínculos de la relación madre-hijo con respecto al tercer objeto, el objeto fálico, lo que a la mujer le falta y, al mismo tiempo, el niño descubre que le falta a la madre. (…) A partir de un desplazamiento imaginario con respecto a su partener materno, el niño hará por ella la elección fálica, realizará en su lugar la asunción de su longing por el objeto fálico.” (p. 86)
“De todo lo que ocurre entonces, ¿qué es lo más importante? ¿Es el giro en redondo que la lleva a identificarse con el padre? Por supuesto, eso juega su papel. ¿Es acaso el hecho de que ella se convierta en ese hijo latente que en efecto podrá niederkommen cuando la crisis llegue a su término? (…) Lo más importante es esto –lo que desea está más allá de la mujer amada. (…) En el punto más extremo del amor, en el amor más idealizado, lo que se busca en la mujer es lo que le falta. Lo que se busca más allá de ella misma, es el objeto central de toda la economía libidinal –el falo.” (p. 112)
“Si es cierto que lo que se mantiene en el inconsciente de nuestra joven homosexual es la promesa del padre, Tendrás un hijo mío, y si en su amor exaltado por la dama muestra, como nos dice Freud, el modelo del amor absolutamente desinteresado, del amor por nada, ¿no ven ustedes que todo ocurre como si la chica quisiera mostrarle a su padre qué es un verdadero amor, ese amor que su padre le ha negado?” (p. 147)
“Freud nos dice de entrada en este artículo que el fetiche es el símbolo de algo (…) Por decirlo de una vez, el pene en cuestión no es el pene real, sino el pene en la medida en que la mujer lo tiene –es decir en la medida que no lo tiene.” (p. 154)
“Tomemos por ejemplo el travestismo. En el travestismo, el sujeto pone en tela de juicio su falo. Suele olvidarse que en el travestismo no se trata simplemente de homosexualidad más o menos transformada, que no se trata simplemente de un fetichismo diferenciado. Es preciso que el sujeto sea portador del fetiche. (…) El sujeto se identifica con una mujer, pero una mujer con falo, sólo que lo tiene a título de falo escondido. El falo siempre ha de participar de algo que lo vela. (…) Del mismo modo, en la homosexualidad masculina, por limitarnos hoy a este caso, también se trata para el sujeto de su propio falo, pero, cosa curiosa, el suyo buscado en otro.” (p. 196)
“En la relación con la madre el niño siente el falo como centro de su deseo, el de ella. Y él mismo se sitúa entonces en distintas posiciones por las cuales se ve llevado a mantener este deseo de la madre, es decir, exactamente camelándola.” (p. 226)
“La posición genital alcanzada por Juanito, ¿basta por sí sola para asegurar que su relación con la mujer será en el futuro todo lo que uno puede imaginar como más deseable? (…) Si bien Juanito está destinado a la heterosexualidad, ello no es tal vez garantía suficiente para pensar que así ya queda asegurada en su caso una plena consistencia del objeto femenino, por así decirlo.” (p.323)
“Sin duda, Juanito amará a las mujeres, pero en su caso seguirán fundamentalmente vinculadas con una especie de puesta a prueba de su poder. Por eso mismo precisamente todo nos indica que nunca dejará de temerlas. Por así decirlo, ellas serán sus dueñas.” (p.338)
“En un caso como éste, en el cual el sujeto se introduce en una relación edípica atípica, el ideal materno es muy precisamente lo que induce determinado tipo de situación y de solución en la relación del sujeto con el sexo. La salida se produce por identificación con el ideal materno.” (p. 419)
El Seminario, Libro 5, Las formaciones del Inconsciente (1957-1958), Paidós, Buenos Aires, 1999. Gemma Ribera Ureña (Tarragona)
“Creo que la clave del problema en lo referente al homosexual es ésta –si el homosexual, con todos sus matices, concede un valor predominante al objeto pene hasta el punto de convertirlo en una característica absolutamente exigible a la pareja sexual, es porque, de alguna forma, la madre le dicta la ley al padre, en el sentido en que les he enseñado a distinguirlo.” (p. 214)
“…esto no nos ha hecho dar un solo paso hacia la comprensión de un hecho sin embargo esencial, a saber, que un zapatito de mujer puede ser muy precisamente lo que provoca en un hombre el surgimiento de aquella energía que, se dice, está destinada a la reproducción de la especie.” (p. 237)
“Mediante el análisis de aquel fantasma de látigo es como Freud hizo entrar verdaderamente la perversión en su verdadera dialéctica analítica. No se revela como la manifestación pura y simple de una pulsión, sino que demuestra estar vinculada a un contexto dialéctico tan sutil, tan compuesto, tan rico en compromisos tan ambiguo como una neurosis.” (p. 238)
“Este polo es un objeto. Es el eje, central en toda la dialéctica de las perversiones, de las neurosis e incluso, pura y simplemente, del desarrollo subjetivo. Tiene un nombre.   Se llama el falo.” (p. 240)
“En la perversión hay siempre algo que el sujeto no quiere reconocer, con lo que este quiere supone en nuestro lenguaje –lo que el sujeto no quiere reconocer sólo se concibe como algo que está ahí articulado, pero que sin embargo no solo es desconocido por su parte sino reprimido por razones esenciales de articulación.” (p. 242)
“…frecuentemente hemos de considerar que el falo entra en juego en el sistema significante a partir del momento en que el sujeto tiene que simbolizar, en oposición al significante, el significado en cuanto tal, quiero decir la significación.” (p. 248)
“Se dice habitualmente en el análisis que la relación con el hombre supone por parte de la mujer cierto masoquismo. Es uno de aquellos errores de perspectiva a los que nos conduce constantemente no sé qué deslizamiento de nuestra experiencia hacia la confusión u hacia lo más trillado.” (p. 256)
“La función constituyente del falo en la dialéctica de la introducción del sujeto a su existencia pura y simple y a su posición sexual es imposible de deducir si no hacemos de él el significante fundamental por el que el deseo del sujeto ha de hacerse reconocer como tal deseo, trátese del hombre o de la mujer.” (p. 281)
“Como naturalista es como Freud nos dice- lo que me muestra mi experiencia es que también en la mujer y no sólo en el hombre el falo está en el centro.” (p. 282)
“Si la mujer ha de pasar por aquel significante, por paradójico que sea, es porque no se trata de realizar una posición hembra dada primitivamente, sino de entrar en una dialéctica determinada por el intercambio.” (p. 292)
“Ahora bien, para que el niño entre en esa dialéctica social significante, ¿qué observamos? Precisamente lo siguiente, que no hay ningún otro deseo del que dependa más estrecha y directamente que el deseo de la mujer, en tanto que es significado precisamente por lo que le falta, el falo.” (p. 293)
“En verdad estas discusiones muestran que de lo que se trata no es de esto o de lo otro, sino de otra cosa. Es algo que tiene cierta relación con los órganos, pero cierta relación de cuyo carácter significante no hay lugar a dudas. Lo que predomina es el carácter significante.” (p. 316)
“¿Por qué se habla de falo y no pura y simplemente de pene? ¿Por qué vemos, efectivamente, que una cosa es la forma en que hacemos intervenir el falo y la otra es la forma en que el pene lo suple de una manera más o menos satisfactoria, tanto para el sujeto masculino como para el femenino? ¿En qué medida el clítoris está implicado en esta ocasión en lo que podemos llamar las funciones económicas del falo?” (p. 354)
“Si los destinos de la niña y el niño son distintos, es porque la castración se encuentra primero en el Otro.” (p. 357)
“…todo lo que muestra de su feminidad está relacionado precisamente con esa identificación profunda con el significante fálico, el más vinculado con su feminidad.” (p. 358)
NOTAS:
[1] Trabajo elaborado en preparación de las XIII Jornadas de la ELP: “Las elecciones del sexo: de la norma a la invención.”, celebradas el 6 y 7 de diciembre de 2014 en Madrid.
Tomado de: http://jornadaselp.com/2014/10/de-la-imaginarizacion-a-la-significantizacion-del-goce-referencias-bibliograficas-de-lacan-en-los-seminarios-1-al-5/

Del Goce Real al Goce Normal

(Segunda entrega del trabajo elaborado por los miembros del equipo de la Biblioteca del Campo freudiano de Barcelona y de Tarragona, en preparación de las XIII Jornadas de la ELP: “Las elecciones del sexo: de la norma a la invención.”, celebradas el 6 y 7 de diciembre de 2014 en Madrid)
En lo que J.-A. Miller nombra como tercer paradigma del goce, este aparece en una nueva dimensión. En el Seminario de Lacan La ética del psicoanálisis, el goce es asignado a lo real, en tanto la satisfacción pulsional queda por fuera de lo simbolizado. La defensa designa ahora una orientación primera del ser, previa incluso a que se formulen las condiciones de la represión como tal. Se trata de un periodo de la enseñanza en el que se produce una profunda disyunción entre el significante y el goce. La libido aparece fuera de todo significante y significado, siendo el principio del placer, la homeostasis, una barrera al goce y sus excesos. Y el síntoma es atribuido a la defensa, al carácter estructuralmente inarmónico de la relación con el goce.
En una trayectoria inversa, nos encontramos en el cuarto paradigma con una nueva alianza, una articulación entre lo simbólico y el goce. Así, en el Seminario Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, el goce aparece fragmentado en objetos a, a los que se accede por la pulsión en su trayecto de ida y vuelta. El mecanismo de alienación y separación articula el simbolismo y el goce, para mostrar que el goce se inserta en el funcionamiento significante.
En este cuarto paradigma, la estructura del sujeto y la del goce se superponen, siendo que a la falta-en-ser propia del primero, se impone una definición de la pulsión que incluye una hiancia. Se trata de una comunidad de estructura entre el inconsciente simbólico y el funcionamiento de la pulsión, siendo el primero estructurado de la misma manera que un una zona erógena, en tanto borde que se abre y se cierra. Y la libido aparece como órgano, objeto perdido, en tanto pérdida natural, independiente del significante, viniendo la pulsión a colmar esta pérdida. Este paradigma extrae a como elemento de goce, sustancial como tal, que comparte la estructura elemental con el significante; pero, por otro lado, siendo el objeto a sustancial, el significante es material. Es lo que diferencia el objeto del significante.
El Seminario, Libro 7, La Ética del Psicoanálisis (1959–1960), Paidós, Buenos Aires, 1988. Gemma Ribera Ureña (Tarragona)
“Las técnicas en juego en el amor cortés –son lo bastante precisas como para permitirnos entrever lo que, dado el caso, podría ocurrir de hecho en lo que respecta al orden sexual en sentido estricto, en la inspiración de este erotismo- son técnicas de la circunspección, de la suspensión, del amor interruptus.” (p. 186)
“Ahora bien, la paradoja de lo que se puede denominar, desde la perspectiva del principio del placer, el efecto del Vorlust, de los placeres preliminares, es que justamente subsisten en oposición a la dirección del principio del placer. En la medida en que se sostiene el placer de desear, es decir, en todo su rigor, el placer de experimentar un displacer, puede hablarse de la valorización sexual de los estados preliminares del acto del amor.” (p. 187)
“No ver que la sexualidad está allí, en el niño pequeño, desde el origen e incluso mucho más durante la fase que precede al período de latencia, es internarse en dirección contraria a toda la aspiración y el descubrimiento freudianos. Si se ha insistido tanto sobre las fuentes pregenitales de la sublimación es precisamente por esta razón. El problema de la sublimación se platea mucho antes del momento en que se vuelve clara, patente, accesible a nivel de la conciencia de la división entre las metas de la libido y las metas del yo.” (p. 193)
“El cambio de objeto no hace desaparecer, lejos de ello, el objeto sexual –el objeto sexual, acentuado como tal, puede nacer en la sublimación. El juego sexual más crudo puede ser el objeto de una poesía, sin que ésta pierda sin embargo su mirada sublimante.” (p. 197)
“Cuando se avanza en dirección a ese vacío central, en tanto que, hasta el presente, el acceso al goce se nos presenta de esta forma, el cuerpo del prójimo se fragmenta.” (p. 244)
El Seminario, Libro 8, La Transferencia (1960-1961), Paidós, Buenos Aires, 2003. Catherine Galaman (Tarragona)
“El hombre que se interroga, no sobre su lugar, sino sobre su identidad, no debe orientarse en el interior de un recinto limitado que sería su cuerpo, sino en lo real total y bruto con que se enfrenta. No nos escapamos de esta ley cuyo resultado es que siempre deberemos situarnos en el punto preciso de esa delineación de lo real en que consiste el progreso de la ciencia.” (p. 91)
“Esto concierne en primer lugar a las paradojas de la situación del niño, a saber, que en él se trata de un deseo todavía frágil, incierto, prematuro, anticipado. Pero esta observación nos enmascara a fin de cuentas lo que está en juego –es simplemente la realidad del deseo sexual a la cual no está adaptada, por así decir, la organización psíquica en tanto que es psíquica, y ello en cualquiera de sus niveles. Porque el órgano sólo se aborda transformado en significante y, para ser transformado en significante, es cortado.” (p. 264)
“La relación innombrada -por innombrable, por indecible– del sujeto con el significante puro del deseo se proyecta en el órgano localizable, preciso, situable en alguna parte en el conjunto del edificio corporal. De ahí el conflicto propiamente imaginario consistente en verse a sí mismo como privado, o no privado, de este apéndice. Es alrededor de este punto imaginario donde se elaboran los efectos sintomáticos del complejo de castración.” (p. 279)
“Tal es también, en nuestra elaboración del espejo, la función que desempeña de una manera determinada la imagen del sujeto. Cuando llega a percibir esta imagen, de pronto se le propone ahí algo que no se limita a recibir la visión de una imagen en la que se reconozca. Esa imagen se presenta ya como una Urbild ideal, algo que al mismo tiempo va hacia delante y hacia atrás –algo de siempre, algo que subsiste de por sí, algo frente a lo cual él percibe sus propias fisuras de ser prematuro y se experimenta a sí mismo como todavía insuficientemente coordinado como para responder a una totalidad.” (p. 391)
“Es mi vieja temática del estadio del espejo, en la que veo una referencia ejemplar, altamente significativa. Nos permite presentificar los puntos clave –o los puntos-encrucijada– y concebir la renovación de esta posibilidad siempre abierta para el sujeto de un autoquebramiento, un autodesgarramiento, una automordedura, frente a lo que es al mismo tiempo él y otro. Hay una cierta dimensión de conflicto, que no tiene más solución que un o bien…, o bien… Es preciso, o bien tolerar al otro como una imagen insoportable que lo enajena de sí mismo, o bien quebrarla inmediatamente, derribarla, anular esa posición de ahí enfrente con el fin de conservar lo que es en este momento centro y pulsión de su ser, evocado por la imagen del otro, ya sea especular o encarnada. El vínculo de la imagen con la agresividad es aquí completamente articulable.” (p. 391)
“De este Otro, en la medida en que el niño frente al espejo se vuelve hacia él, ¿qué puede llegarle? Nosotros decimos que no puede llegarle sino el signo imagen de a, esa imagen especular, deseable y destructiva al mismo tiempo, efectivamente deseada o no. He aquí lo que ocurre con aquel hacia quien el sujeto se vuelve, en el lugar mismo donde en ese momento se identifica, en la medida en que sostiene su identificación con la imagen especular.” (p. 393)
“Esta mirada del Otro, debemos concebir que se interioriza mediante un signo. Con esto basta. Ein einziger Zug. No hay necesidad de todo un campo de organización y de una introyección masiva. Este punto de I mayúscula del rasgo único, ese signo del asentimiento del Otro, de la elección de amor, sobre el cual el sujeto puede operar, se encuentra ahí en algún lugar y se ajusta al desarrollo del juego del espejo. Basta con que el sujeto llegue a coincidir con él en su relación con el Otro, para que este pequeño signo, este einziger Zug, se encuentre a su disposición.” (p. 395)
“… el ser hablante es esencialmente la falta en ser de cierta relación con el discurso (…) Esta falta en ser, el sujeto sólo puede colmarla, ya se lo indiqué, mediante una acción que, como ustedes pueden percibir mejor en el contexto de este paralelismo, adquiere muy fácilmente, quizás siempre de forma radical, un carácter de huida hacia delante.” (p. 409)
El Seminario, Libro 10, La Angustia (1962-1963), Paidós, Buenos Aires, 2006. Gabriela Galarraga
“En el perverso, las cosas están, por así decir, en su sitio. El a se encuentra allí donde el sujeto no puede verlo, y el S tachado está en su lugar. (…) el sujeto perverso (…) se ofrece lealmente al goce del Otro.” (p. 60)
“Ya he señalado una carencia en la investigación científica al decir que no habíamos hecho dar un solo paso a la cuestión fisiológica de la sexualidad femenina. Podemos acusarnos de la misma falla en lo referente a la impotencia masculina.” (p. 103)
“… voy a servirme del fetiche en cuanto tal, pues en él se devela la dimensión del objeto como causa del deseo. ¿Qué es lo que se desea? No es el zapatito, ni el seno, ni ninguna otra cosa en la que encarnen ustedes el fetiche. El fetiche causa el deseo. El deseo, por su parte, va a agarrarse donde puede. (…) para el fetichista es preciso que el fetiche esté ahí. El fetiche es la condición en la que se sostiene su deseo.” (p. 116)
“El deseo sádico, con todo lo que tiene de enigma, sólo es articulable a partir de la esquicia, la disociación, que apunta a introducir en el sujeto, el otro, imponiéndole hasta cierto límite algo imposible de tolerar -el límite exacto en que aparece en el sujeto una división, una hiancia, entre su existencia de sujeto y lo que soporta, lo que puede sufrir en su cuerpo.” (p. 117)
“…reconocerse como objeto de deseo, en el sentido en que yo lo articulo, es siempre masoquista.” (p. 118)
“Cuando el deseo y la ley se encuentran juntos, lo que el masoquista pretende hacer manifiesto (…) es que el deseo del Otro hace la ley. (…) Es que el propio masoquista aparece en la función que yo llamaría de deyecto. Es nuestro objeto a, pero bajo la apariencia de lo deyectado, echado a los perros, a los despojos, a la basura, al desecho del objeto común, a falta de poder ponerlo en alguna otra parte.” (p. 120)
“Creo que les he mostrado aquí el juego de ocultación mediante el cual, en el sádico y en el masoquista, angustia y objeto se ven llevados a ocupar el primer plano, un término a expensas del otro.” (p. 180)
“En cuanto al orgasmo, hay una relación esencial con la función que definimos como la caída de lo más real del sujeto.” (p. 183)
“… el masoquista se dirige a la angustia del Otro. Esto es lo que permitirá desbaratar la maniobra. (…) Lo patente es que el sádico busca la angustia del Otro. Lo que aquí se enmascara de este modo es el goce del Otro.” (p. 192)
“Acerca de un tema siempre tan delicado como el de las relaciones entre el hombre y la mujer (…) este malentendido es estructural. Sin embargo, (…) hablar de malentendido no equivale en absoluto a hablar de fracaso necesario.” (p. 194)
“Toda exigencia de a en la vía de esa empresa del encuentro con la mujer -a que he adoptado la perspectiva androcéntrica- no puede sino desencadenar la angustia del Otro, precisamente porque no hago de él más que a, porque mi deseo lo aíza, por así decir. Es ciertamente por eso por lo que el amor-sublimación permite al goce condescender al deseo.” (p. 195)
“… si la mujer suscita mi angustia, es en la medida en que quiere mi goce, o sea, gozar de mí. (…) no hay deseo realizable que no implique la castración. En la medida en que se trata de goce, o sea, que ella va a por mi ser, la mujer sólo puede alcanzarlo castrándome.” (p. 196)
“La mujer demuestra ser superior en el domino del goce, porque su vínculo con el nudo del deseo es mucho más laxo.” (p. 200)
“Ella se tienta tentando al Otro (…) Es el deseo del Otro lo que le interesa.” (p. 207)
“El masoquismo femenino es un fantasma masculino.” (p. 207)
“… la mujer es mucho más real y mucho más verdadera que el hombre.” (p. 208)
(En referencia al Die Don Juan Gestalt de Rank, “libro execrable”): “Don Juan es un sueño femenino.” (p. 209)
“En la mujer, es inicialmente lo que ella no tiene lo que constituye al principio el objeto de su deseo, mientras que, en el caso del hombre es lo que él no es y en qué punto desfallece.” (p. 219)
“… en el vínculo homosexual es la castración lo que está en juego. El homosexual asume esta castración. El objeto del juego (juego a que quien pierde gana) es el (-φ), y si gana es en la medida en que pierde.” (p. 221)
“Si se puede decir que el goce del hombre y el de la mujer no se conjugan orgánicamente, es porque el hombre no llevará nunca hasta ese punto el extremo de su deseo. En la medida en que el deseo del hombre fracasa, la mujer se ve llevada (…) a la idea de tener el órgano del hombre, como si fuera un verdadero amboceptor, y esto es lo que se llama el falo. Al no realizar el falo, salvo en su evanescencia, el encuentro de los deseos, se convierte en el lugar común de la angustia.” (p. 287)
“El falo es lo que, para cada uno, cuando es alcanzado, precisamente lo aliena del otro.” (p. 290)
“Que el falo no se encuentra allí donde se lo espera, allí donde se lo exige, o sea, en el plano de la mediación genital, esto es lo que explica que la angustia sea la verdad de la sexualidad.” (p. 291)
“… el hecho de que el deseo macho encuentre su propia caída antes de la entrada en el goce de la pareja femenina, e incluso el hecho de que el goce de la mujer se aplaste (…) en la nostalgia fálica, implica que la mujer se ve exigida, diría que casi condenada, a no amar al Otro macho más que en un punto situado más allá de aquello que la detiene a ella también en cuanto deseo, que es el falo.” (p. 327)
“El Otro macho no es el Otro en tanto que se trataría de estar unido al Otro. El goce de la mujer está en ella misma. No se une con el Otro.” (p. 328)
“Debido a la propia estructura evocada, el hombre sólo está en la mujer por delegación de su presencia, bajo la forma de ese órgano caduco, órgano del que es fundamentalmente castrado en la relación sexual y por la relación sexual.” (p. 328)
“Hablar aquí de don no es sino metáfora. Es demasiado evidente que el macho no da nada. La mujer tampoco. Y sin embargo, el símbolo del don es esencial en la relación con el Otro.” (p. 328)
El Seminario, Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, (1964), Paidós, Buenos Aires, 1990. Gemma Ribera Ureña (Tarragona)
“La existencia, gracias a la división sexual, se basa en la copulación, acentuada en dos polos que la tradición secular se empeña en caracterizar como polo macho y polo hembra. Y en esto radica la reproducción. Desde siempre, en torno a esa realidad fundamental se han agrupado, armonizado, otras características más o menos ligadas a la finalidad de la reproducción. Aquí sólo puedo indicar de pasada lo que se asocia en el registro biológico con la diferenciación sexual, en forma de características y funciones sexuales secundarias. Hoy sabemos cómo, sobre este terreno, se fundó en la sociedad una repartición muy compleja de las funciones según un juego de alternancias. El estructuralismo moderno ha logrado precisarlo al mostrar que los intercambios fundamentales ocurren en el plano de la alianza, opuesto al de la generación natural, al del linaje biológico, es decir, en el plano del significante. Y allí, justamente encontramos las estructuras más elementales del funcionamiento social, estructuras que han de inscribirse en términos de combinatoria. La integración de esa combinatoria a la realidad sexual suscita la pregunta de si será ésa la vía por la que llegó al mundo, al mundo del hombre, el significante.” (p. 156-7)
“… en lo referente a la instancia de la sexualidad, la situación es la misma para todos los sujetos, así sean niños o adultos –todos se enfrentan sólo con la sexualidad que pasa por las redes de la constitución subjetiva, las redes del significante- la sexualidad sólo se realiza mediante la operación de las pulsiones en la medida que son pulsiones parciales, parciales respecto de la finalidad biológica de la sexualidad.” (p. 184)
“Ya ven cómo la pulsión genital tiene que ir a que la conformen en el lado derecho, en el campo del Otro”. (p. 196)
“Nunca, en ninguna parte, Freud sostiene que, psicológicamente, haya otra manera de captar la relación masculino-femenino que no sea por el representante de la oposición actividad-pasividad.” (p. 199)
“Ahora nos queda (…) mostrar que la sexualidad como tal hace acto de presencia, ejerce su actividad propia, por intermedio de las pulsiones parciales, aunque eso parezca paradójico.” (p. 201)
“En el psiquismo no hay nada que permita al sujeto situarse como ser macho o ser hembra.” (p. 212)
“… las vías de lo que hay que hacer como hombre o como mujer pertenecen enteramente al drama, a la trama, que se sitúa en el campo del Otro –el Edipo es propiamente eso.” (p. 212)
“La sexualidad se instaura en el campo del sujeto por la vía de la falta.” (p. 212)
“La falta real es lo que pierde el ser viviente, de su porción de viviente, por reproducirse por la vía sexuada. Esa falta es real porque remite a algo real –que el ser viviente, por estar sujeto al sexo, queda sometido a la muerte individual.” (p. 213)
“La experiencia analítica sustituye esta representación mítica del misterio del amor por la búsqueda que hace el sujeto, no del complemento sexual, sino de esa parte de sí mismo, para siempre perdida, que se constituye por el hecho de que no es más que un ser viviente sexuado, que ya no es inmortal.” (p. 213)

“El atravesamiento del fantasma a partir de la ultimísima enseñanza de Lacan”

  Florencia Borgoglio Introducción   Las dos teorías del Pase en Lacan, muestran el cambio en la teorización en relación del lugar...