jueves, 31 de octubre de 2019

“COMPENSACIÓN IMAGINARIA DEL EDIPO AUSENTE” Una lectura posible de la novela “A sangre fría” de Truman Capote



 



“Yo que sentí el horror de los espejos
no sólo ante el cristal impenetrable
               donde acaba y empieza, inhabitable,
un imposible espacio de reflejos”
Jorge Luis Borges.
En “El Hacedor”

Introducción
Me propongo, en el siguiente trabajo, hacer una articulación entre el concepto de psicosis ordinaria y el personaje de la novela de Truman Capote “A sangre fría”, Perry Smith.
A mi entender, el personaje es descripto por el autor (desde la fascinación que se sabe le provocaba) como un hombre errático, impulsivo, abandonado por sus padres, desamparado. Perry produce en Capote una gran curiosidad y lo describe con fino detalle, citándolo.
Esa descripción del personaje podría servir para ilustrar el pasaje al acto en una psicosis ordinaria, aparentemente inmotivado pero si se analiza en detalle, con una serie de hechos que, encadenados, llevaron a él.
Mi hipótesis es que este personaje, encuentra a lo largo de la biografía que Capote realiza, una serie de compensaciones imaginarias que le permiten estabilizarse. Junto con eso, hay toda una serie de detalles forclusivos, pequeñas sutilezas que a mi entender aparecen en la novela como “rarezas” propias de este personaje y que podrían estar en el marco de estos detalles.
Finalmente creo, que la ya fallida y frágil sutura identificatoria fracasa en el momento del hecho. La virilidad de Dick es puesta en cuestión en la escena en la casa de los Clutter y Perry pasa al acto.



La novela


La novela “A sangre fría” fue escrita por Truman Capote entre los años 1.960 y 1.966. Se trata de una ficcionalización de un hecho real.
El autor toma conocimiento de los hechos a través de un artículo periodístico y se embarca en una exhaustiva investigación, que incluye entrevistas a los habitantes del pueblo, semblanzas del mismo, análisis de las declaraciones judiciales, pericias etc.
La novela da lugar a un nuevo género literario y dio lugar a una nueva manera de escribir en la literatura norteamericana: lo que se traduce como  “nonficcion novel”  o novela testimonio.
Capote utiliza en el libro una estructura narrativa original que le permite moverse libremente sobre la historia que va a contar. El lector sabe desde el principio que ha habido un cuádruple crimen: la familia Clutter ha sido asesinada: el matrimonio y dos hijos adolescentes. El horror ha ocurrido en el pueblo de Holcomb, suburbio de Garden City.
La familia Clutter representa los ideales norteamericanos de la época. Se trata de una muerte brutal y sin motivo aparente.
La comunidad de Holcomb, un pueblo tradicional del Estado de Kansas, hasta ese momento un lugar tranquilo, de puertas abiertas, se describe conmovida.
Paralelamente, de un modo contínuo en el relato, Capote describe el raid anterior y posterior de los autores de la masacre: Perry Smith y Dick Hickock. Ambos hombres convivieron en la cárcel y luego se encuentran para cometer el robo en la casa de los Clutter, en base a un dato erróneo que un compañero de celda le transmite a Dick.
El relato, en forma de mosaico, de flash backs facilita el dinamismo de la acción y atrapa al lector.
La noticia impacta a la opinión pública, revela que la tradicional vida de la clase media norteamericana guarda en su seno un núcleo de odio, resentimiento y rencor.
… “La impresión que nos hubiese causado el crimen no hubiera sido tan tremenda si no se hubiese tratado justamente de los Clutter. De alguien menos admirado que ellos, próspero y seguro. Pero es que esa familia representaba todo cuanto la gente valora y respeta. Y es que una cosa así les haya podido suceder precisamente a ellos…, bueno, es como si nos dijeran que no existe Dios. Hace que la vida parezca sin sentido”. (Capote, 1965, p.120)
Mientras se desarrollan las investigaciones, la novela va desplegando el perfil psicológico de los personajes de la trama: las víctimas, los asesinos y los habitantes del pueblo.
Los diálogos entre Perry Smith y Dick Hickock permiten trazar un hilo biográfico en forma de rompecabezas que muestra las tensiones en aumento que llegan a su punto máximo en la escena del crimen.
El orden aleatorio de la revelación de los hechos, hace que esta escena se narre en un punto avanzado de la historia, mediante la declaración de los acusados a la policía. Se revela entonces, que el horror ha sido resultado de un “accidente psicológico”, reflexión que el autor atribuye a Al Dewey, policía de pueblo que comanda la investigación.
“Tristeza y profunda fatiga en el centro del silencio de Dewey. Había sido su ambición saber qué había pasado en la casa aquélla noche”… “El crimen era un accidente psicológico, un acto virtualmente impersonal; las víctimas podían haber sido muertas por un rayo” (Capote, 1965, p. 321)
El personaje del policía representa la figura del pueblo. Encarna lo incomprensible para un neurótico del hecho de que el horror pueda devenir de un acto aparentemente inmotivado desde la perspectiva del fantasma. El personaje de Dewey intenta durante toda la novela armar un rompecabezas psicótico con piezas neuróticas: se pregunta por ejemplo cómo dos individuos pueden llegar al mismo grado de violencia en el mismo momento o cómo pueden coexistir en la misma escena la compasión y la solidaridad de poner a la víctima sobre la caja de un colchón para que esté cómoda y la furia de cortarle luego la garganta.
Capote describe en forma brillante, los contrastes de la sociedad norteamericana y también su hipocresía. Al final de la novela, Smith y Hickock son ejecutados, luego de cinco años de vaivenes judiciales.

Las Psicosis Ordinarias


El concepto de psicosis ordinarias, o más exactamente, el programa de investigación propuesto por Jacques Alain Miller, está en relación con aquéllos casos que interrogan y hacen obstáculo desde la perspectiva de una clínica discontinuista: ausencia o presencia del significante fálico.
En estas presentaciones se descarta la neurosis pero es necesario pensar en la singularidad del caso más en desenganches y reenganches que en desencadenamientos o en síntomas psicóticos ruidosos y específicos como el delirio, las alucinaciones  o el intento de una estabilización vía una metáfora delirante.
La nueva perspectiva diagnóstica pensada como un contínuo, responde a la necesidad de un nuevo ángulo que permita al psicoanálisis establecer marcos para pensar la clínica contemporánea, a la luz de los fenómenos que se presentan en los que Miller y Laurent han denominado la época  del Otro que no existe. Época que ha llevado al ascenso al cénit social del objeto a, a la proliferación de los comités de ética y a la dehiscencia de las figuras de autoridad y de encarnación de los ideales.
Las psicosis ordinarias y las extraordinarias comparten el agujero forclusivo respecto del Nombre del Padre. Ambas se diferencian en el tratamiento del mismo.
Ya en su Seminario 3, Lacan trata de pensar a través del caso Schreber, qué desencadena a este sujeto, cuál es su enganche con el mundo, cuál su desenganche y a través de qué recursos vuelve a engancharse. También se interesa por la coyuntura previa al desencadenamiento, lo que llama las pre psicosis que incluye el momento de la psicosis compensada imaginariamente y el de la perplejidad, lo que llama punto pánico.
Dice allí Lacan: “Nada se asemeja tanto a una sintomatología neurótica como una sintomatología pre psicótica” (Lacan, 1981, p273). Para ejemplificarlo toma un caso de Katan en el cual un adolescente toma identificaciones imaginarias de un grupo de compañeros que le permite sostenerse… “mediante una identificación, un “enganche” siguiendo los pasos de sus camaradas” (Lacan… p 273). De esta manera articula una respuesta, un ordenamiento frente al goce que lo interroga respecto de la virilidad: cómo ser un hombre.
Este modo de compensación imaginaria se relaciona con las personalidades “como si”, destacadas por H. Deutch, que Lacan define como compensación imaginaria del Edipo ausente. Esta identificación imaginaria reduce la función paterna a una imagen “que no se inscribe en ninguna dialéctica triangular, pero cuya función de modelo, de alienación especular, le da a todo sujeto un punto de enganche y le permite aprehenderse en el plano imaginario (Lacan, 1981p. 291). Estos puntos de compensación, de sutura en espejo permite a los “psicóticos vivir compensados, tienen aparentemente comportamientos ordinarios considerados como normalmente viriles y, de golpe, Dios sabe por qué, se descompensan” (Lacan, 1981 p. 292)
Lo que Lacan llama enganche y punto de enganche, son arreglos con un punto forclusivo antes del desencadenamiento, en el caso que nos ocupa, el acceso a la virilidad.
Es lo que Jacques Alain Miller denomina en su texto “Efecto retorno sobre las psicosis ordinaria” como un CMB (compensatory make beliebe), un sustituto del Nombre del Padre, un como si en el que se cree.
En la vida de estos sujetos compensados imaginariamente, hay signos discretos de forclusión, puntos de enganche y desenganche, errancias que dan cuenta de un ordenamiento no standard, signos ínfimos de forclusión, precarias identificaciones que permiten al sujeto hacer frente al goce.
Se trata entonces de sujetos que se identifican en el eje a-a´, que hacen exactamente lo que hace su compañero imaginario, mientras eso se sostiene, mientras no haya un paso en falso para que el espejo se quiebre. Si ocurre algo que desestabiliza esta frágil solución, la catástrofe subjetiva adviene, la defensa contra lo Real, fracasa.

El “caso” Perry Smith. ¿Una psicosis ordinaria?


“La vida de Perry Smith no había sido ningún  lecho de rosas
Sino algo patético, una horrible y solitaria carrera de
un espejismo a otro.”
Truman Capote, “A Sangre fría”

La hipótesis que orienta este trabajo es que el personaje de Perry Smith (siempre teniendo en cuenta que se trata de una ficción y lo que leemos es el producto de que lo que el autor escuchó, lo escribe con su fantasma) es alguien que se adscribe dentro del diagnóstico de Psicosis Ordinaria. Esta hipótesis es la que trataré de probar tomando los datos biográficos que T. Capote aporta, el in crescendo de la tensión entre Dick Hickock y Perry Smith durante su viaje al lugar del hecho y el punto cúlmine en la escena del crimen. En esa escena, la compensación imaginaria que Perry hace con la imagen y los atributos que proyecta en Dick cae con la división subjetiva que el personaje le descubre y es allí cuando se desencadena la tragedia.
Mi hipótesis incluye asimismo que Dick Hickock fue para Perry, así como los personajes de Willie Jay y Joe James, compensaciones imaginarias, imágenes viriles (unas más pacificantes que otras), suplencias que le permitieron una estabilización y su posterior fracaso, a mi entender en el pasaje al acto.
Los antecedentes de la catástrofe de la noche del crimen, los da Capote cuando nos describe la errancia del personaje, durante cuatro meses, si rumbo, luego de su salida de la cárcel. No tenemos referencias al respecto en este caso particular pero la cárcel, el encierro, en ocasiones funciona como un elemento estabilizador.
Perry deambula, describe Capote, con la obsesión de reencontrarse con Willie Jay, un hombre que conoció en el encierro y que funcionaba para él como una referencia. Este hombre lo orientaba, le daba indicaciones, lo captaba a través de la religión. El autor describe esos meses en la vida de Perry como solitarios y desoladores.
Da la impresión que Willie Jay, era una figura mucho más pacificante en la vida de Perry ya que lo calmaba, lo orientaba en sus relaciones y le advertía sobre la necesidad de controlar su furia. Perry siente por él una “intensa admiración”.
En ese deambular, un día Perry “supo” que debía encontrar a Willie Jay. Da la impresión que en ese “saber”, hay una certeza, un intento de enganche. Cuando no lo encuentra, recibe una carta de Dick, que es una figura catastrófica para Perry, en el sentido de que a éste le interesa ese rasgo de furia de Perry “como una auténtica máquina de matar”, para lograr los fines que tenía planeados.
El personaje de Perry es descripto por Capote como un niño abandonado, desenganchado del Otro, salvo excepciones donde establece lazos no estándar.
De padre que suponemos psicótico, errante también y de madre alcohólica, es abandonado a la edad de siete años al cuidado de unas monjas que lo hacen objeto de su furia y lo torturan. De su infancia sabemos que tenía un síntoma de enuresis, accesos de furia y pesadillas. Hay también una fantasía de rescate que tiene elementos muy reales de devoración y que por momentos, en el relato, no queda claro si es una fantasía o una alucinación, ya que a veces se transformaba, según sus descripciones “en un lugar verdadero”.
En su adolescencia se repiten las escenas de desamparo, los intentos de relacionarse con su padre que le propone proyectos errantes, delirantes y desproporcionados que lo enloquecen.
Luego de esos intentos, Perry va a la guerra de Corea donde tuvo numerosas dificultades de violencia. Destaco de estas descripciones, un viaje en barco que describe como “lleno de maricas” que lo acosaban hasta el punto de pensar en suicidarse. Refiere luego, haber tenido otros problemas con “maricas” que querían perjudicarlo. Esto, a mi entender podrían ser descompensaciones de Perry en el marco de la guerra, delirios de persecución en relación con los otros próximos.
Cuando finaliza su servicio en la guerra, Perry tiene un accidente. Se recupera en la casa de Joe James. Describe su estancia allí como pacificadora.
Luego va al encuentro de su padre. Encuentro que termina en una escena de extrema violencia en la que estuvo a punto de estrangularlo y dice “mis manos eran mis manos pero no era yo quién las controlaba” “quería despedazarlo”.
A partir de allí, Perry comete un robo que lo lleva a la cárcel. Allí conoce a Perry y a Willie Jay, ambas figuras de compensación imaginaria para Perry.
Perry describe a Dick como “Dick el práctico”, como aquél que se casó dos veces y tuvo hijos, lo que representaba para él, “todo lo que un hombre debe hacer”. Si bien no entendía de música ni de poesía, lo que Dick tenía de prosaico, su positivista modo de enfocar las cosas lo atraía. Dick comparado con él, le parecía “auténticamente duro, invulnerable y totalmente masculino”.
También es de destacar que Capote capta lo que llama una “primitiva confianza en Dick” por parte de Perry, algo que parece ser inclasificable e incomprensible para el autor. En este marco, Capote describe todo el viaje hacia la casa de los Clutter, la preparación, con los matices que esta “primitiva confianza” tenía, de admiración y tensión agresiva entre ambos personajes.
Dick le hace creer a Perry que le interesan sus búsquedas de tesoros, sus viajes, sus proyectos para que lo siga en sus planes. Perry advierte en algunos momentos las grietas de este interés y se desorienta.
Cuando llegan a la casa de los Clutter, Dick es el que se desorienta cuando ve frustrados sus planes de encontrar una caja fuerte. La división subjetiva es clara, está confundido y Perry lo advierte.
Hay dos elementos que me parece importantes de destacar como desencadenantes también: el dólar de  Bonnie Clutter que Perry va a buscar “de rodillas” debajo de la cama y que se vio ir a buscar “como desde afuera”, situación que describe como humillante, y las intenciones de Dick de violar a la chica, ya que él se describe como alguien que no soporta la gente “que no sabe controlar sus impulsos sexuales”.
Ambas situaciones y la división de Dick, ponen a Perry en una situación límite: quiere forzar a Dick a admitir que es un cobarde y un farsante. Le da el cuchillo para que mate al señor Clutter y cuando no lo hace, se da vuelta y le corta el cuello a éste. Situación que no advierte hasta que oye el sonido de la garganta cortada.
Dick quiere irse pero él no se lo permite y le dispara a toda la familia. La descripción que Perry hace de lo que ocurre impresiona como un fenómeno elemental en su conjunto, atravesado por ruidos y explosión.
“Yo no quería hacerle daño a aquél hombre. A mí me parecía un seños muy bueno. Muy cortés. Lo pensé así hasta el momento en que le corté el cuello” (Capote, 1965, p. 319)
“Recuerden que Dick y yo habíamos tenido diferencias. Se me revolvía el estómago al pensar que había sentido admiración por él, que me había tragado todas sus fanfarronadas. Le dije: Bueno, Dick ¿no sientes escrúpulos? No me contestó. Le dije: déjalos vivos y no será poco lo que nos echen. Tenía el cuchillo en la mano. Se lo pedí y me lo entregó. Le dije: muy bien, Dick. Vamos allá. Pero yo quería. Yo sólo quería obligarlo a disuadirme, forzarlo a admitir que era un cobarde y un farsante. ¿Sabe? Era algo entre Dick y yo. Me arrodillé junto al señor Clutter y con el daño que me hizo me acordé de aquél maldito dólar. Del dólar de plata. Vergüenza y asco” (Capote, 1965, p 319)
“No me di cuenta de lo que había hecho hasta que oí aquél sonido. Como de alguien que se ahoga. Que grita bajo el agua. Le di la navaja a Dick y le dije: “acaba con él, te sentirás mejor”. Dick probó o sintió que lo hacía. Pero el hombre aquél tenía la fuerza de diez hombres, se había soltado y tenía las manos libres. A Dick le entró pánico. Quería largarse de allí. Pero yo no lo dejé. El hombre iba a morir de todos modos, ya lo sé pero no podía dejarlo así. Le dije a Dick que cogiera la linterna y lo enfocara. Cogí la escopeta y le apunté. La habitación explotó. Se puso azul. Se incendió” (Capote, 1965, p 320)
Se concluye de estos fragmentos, que Perry no soporta la división de Dick y eso le produce un acceso de furia que, en lugar de descargarse en él, se descarga en el señor Clutter y luego en toda su familia.

Conclusión


El pasaje al acto de Perry Smith, es, a mi entender, una ruptura de la compensación imaginaria del Edipo ausente que los rasgos de “virilidad” de Dick estructuraban en él. La ruptura del espejo le provoca un retorno que es, a mi entender toda la escena que él describe y que arma a posteriori en el relato que hace.
Cabe también pensar en la “inmotivación” de los crímenes psicóticos desde el punto de vista neurótico. Teniendo en cuenta que tal motivación tiene que ver con hechos “comprensibles” dentro de la lógica compartida, este tipo de hechos irrumpen en las sociedades como aquello que esta fuera de la significación.
Según la Real Academia Española, el término motivo deriva del latín motivus que es relativo a movimiento y que designa a alguna cosa que tiene eficacia o virtud para mover.
¿Qué es lo que mueve entonces al acto? ¿qué es lo que mueve al pasaje al acto? Desde la perspectiva de la ciencia y los cálculos de rentabilidad, lo que mueve a un sujeto es la maximización del bien, sobre un modelo de acción que es la gestión empresarial, donde se pueden “evaluar” las opciones.
Para Lacan, el pasaje al acto es el paradigma del acto, allí, no hay sujeto, es un suicidio del sujeto, en el cual puede volver a emerger pero nunca será el mismo, de allí su carácter  mutativo. El pasaje al acto pone en cuestión al sujeto del pensamiento y el postulado de la búsqueda del soberano bien que en los tiempos actuales está identificado con lo útil, es en relación a este punto de mira de la utilidad que se mide la adecuación o la inadecuación de un acto y que un sujeto, se perjudique a sí mismo. La pulsión de muerte contradice estos postulados de rentabilidad y ponen sobre el tapete la necesidad de establecer otra discusión en relación con el crimen psicótico.
Por ello, me parece necesario pensar el pasaje al acto psicótico, en relación con sus propios “motivos” y desencadenantes que, como en el “caso” Perry Smith nos remiten a una cuestión de estructura.






                                                                                                        

Bibliografía


Borges, Jorge Luis. (1960) El hacedor. Buenos Aires, Emecé Editores, 1989
Capote, Truman. (1969) A sangre fría”, Bruguera, Barcelona, 1979
Lacan, Jacques. (1981) El Seminario Libro 3, Las psicosis, 1ª edición, 23ª reimpresión, Buenos Aires, Paidós, 2015
Miller, Jacques Alain. (1997) Los inclasificables de la clínica psicoanalítica. Buenos Aires, Paidós, 1999.
Miller, Jacques Alain. (1999) La psicosis ordinaria: la convención de Antibes. 1ª edición 3ª reimpresión: Buenos Aires, Paidós, 2006
Miller, Jacques Alain. (2005) El Otro que no existe y sus comités de ética. Con colaboración de Eric Laurent. Buenos Aires, Paidós, 2005
Miller, Jacques Alain. “Efecto retorno sobre las psicosis ordinarias”. Revista digital Consecuencias nª 15 http://www.revconsecuencias.com.ar/ediciones/015/template.php?file=arts/Alcances/Efecto-retorno-sobre-la-psicosis-ordinaria.html










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