jueves, 7 de noviembre de 2019

Violencias, Síntomas y Pasiones Lacanianas. Marcelo Marotta

Cuál es el vínculo entre los tres?

Los mecanismos de formación de síntomas nos permiten constatar cómo la violencia y las pasiones escapan a la represión.
Se las podrá administrar de un modo determinado, tramitarlas por medio de distintos desplazamientos, pero como no se homologan ni se adhieren a la palabra, a la articulación significante, no se las puede reprimir.
La violencia excluye a la palabra, en su escrito "Introducción al comentario de Hyppolite…" Lacan afirma que "... en los confines donde la palabra dimite empieza el dominio de la violencia".
Las pasiones tampoco parecen ajustarse a las palabras, aunque no se opongan a ellas. Si las abordamos como "pasiones del ser", podemos relacionarlas con un sujeto tachado que siempre estará en la búsqueda del representante de su representación y que nunca encontrará su última representación. De tal modo que "es la misma falta en ser lo que determina la pasión del ser. La pasión de ir a buscar en el Otro aquello que va a calmar y colmar su falta en ser"[1].
Si las abordamos como "pasiones del alma", según la última propuesta de Lacan, constatamos que apuntan al tipo de acuerdo que se logrará entre la estructura o el saber inconsciente y el cuerpo al cual ese saber afecta, ese cuerpo que también goza. Se tratará, entonces, de la resonancia que pueda surgir cuando se cerca, se encierra en el saber eso que no puede decirse por no reducirse a la palabra.
En cuanto al síntoma, recordemos que en "Inhibición, síntoma y angustia" Freud plantea que si bien el síntoma se origina con la represión de la moción pulsional, se hace notar cuando esa represión fracasa y la pulsión encuentra un sustituto. El síntoma, como degradación sustitutiva de la moción pulsional realiza un trabajo constante para mantener alejada la descarga por la motilidad, y "si esto no lo logra se ve forzado a agotarse en la alteración del cuerpo propio"[2].
En nuestro vocabulario lacaniano podemos reconocer la envoltura formal del síntoma que encierra a un goce real. Cuando esa envoltura se resquebraja, cuando el síntoma no logra encontrar ningún sustituto, puede producirse un desborde de la moción pulsional sobre el mundo exterior y su descarga en acción. Será en el contexto de este mecanismo donde podremos reconocer a las pasiones que, como la violencia, burlan a la represión.

Los períodos en la enseñanza de Lacan
La enseñanza de Lacan puede dividirse en períodos según el predominio de cada uno de los registros que definen los conceptos y nociones que se despliegan en cada ocasión.
Conocemos un Lacan clásico, que comienza su enseñanza acentuando el valor de lo simbólico al declarar que "en el principio está el verbo". Esa época se prolonga a lo largo de la etapa estructuralista promoviendo la definición del inconsciente estructurado como un lenguaje y caracterizando al sujeto como "falta en ser". Estos enfoques iluminarán otras nociones, entre las cuales figuran las que, en esta oportunidad, son objeto de nuestro interés.
Lo mismo sucede con el período previo al clásico, cuando Lacan aún no había dado origen a su enseñanza y en el que constatamos el peso de lo imaginario, donde el inconsciente pasaba por ser un reservorio de imagos.
Una etapa intermedia se especifica por funcionar como una bisagra que conecta al último período post-estructuralista, en el cual cambia su axiomática para plantear que "lo primero es el goce" y donde lo real domina la escena.
Podemos transitar este camino que se inicia en la etapa pre-estructuralista y culmina en el "ultimísimo Lacan". Recorriendo los distintos tramos nos detendremos, al menos unos instantes, en la apreciación de las particularidades que distinguen a las "Violencias, síntomas y pasiones lacanianas".

En la época pre-estructuralista (antes de 1953)
La violencia aparece como una referencia desde los primeros artículos de Jacques Lacan, anteriores al inicio de su enseñanza propiamente dicha y que corresponden a su época pre-estructuralista.
En su "Tesis sobre el caso Aimée" (1932) se refiere tanto al modo en que se manifiestan en la paciente sus sentimientos hostiles, señalados por la "violencia del tono" que utiliza al hablar, como a la eficacia y la "violencia de su reacción agresiva", es decir ese pasaje al acto contra la actriz que Lacan llega a calificar como "acto fatal de violencia contra una persona inocente".
Del mismo modo, cuando debate sobre "El sentido de la agresividad primordial" en el trabajo sobre "La familia", toma en consideración los celos y la violencia del asesinato imaginario del hermano en situación de amamantamiento.
Pero entre los textos de esta época sin dudas el que más desarrolla el tema de la violencia es el de 1948: "La agresividad en psicoanálisis". Con este trabajo, a través de las nociones de agresión y agresividad, trata el concepto freudiano de pulsión de muerte, encontrando el fundamento de la agresividad en la identificación narcisista y la estructura del yo.
De este texto tomamos un párrafo del inicio de la Tesis II, en el cual encontramos una primera aproximación a la definición de violencia diferenciada de la agresividad, tal como pueden surgir en el interior de la experiencia analítica:
"La agresividad en la experiencia analítica nos es dada como intención de agresión"… y en el inicio del desarrollo de la tesis aclara: "la experiencia analítica nos permite experimentar la presión intencional (…) podemos a veces medirla en la modulación reivindicadora que sostiene a veces todo el discurso" y sigue con una serie de ejemplos de fenómenos discursivos para culminar. "… mientras que las violencias propiamente dichas son tan raras como lo implican la coyuntura de emergencia que ha llevado al enfermo al médico, y su transformación, aceptada por el primero, en una convención de diálogo."[3]
Notamos que caracteriza a la agresividad, al menos en el interior de la experiencia analítica, como una intención de agresión que puede identificarse en las modulaciones que se perciben en el interior de un relato, de un discurso, y a eso le opone la violencia propiamente dicha sugiriendo que ésta es pura descarga.
Hasta aquí desarrollamos algo de lo que corresponde a la época pre-estructuralista con respecto a la noción de violencia, en sus distintos modos de presentarse, lo cual nos invita a ubicarla en plural: las violencias.
El síntoma, para esta época, queda localizado con relación a la "imago" del cuerpo fragmentado. Lo constatamos al leer este párrafo los Escritos:
"Este cuerpo fragmentado… se muestra regularmente en los sueños… bajo la forma de miembros desunidos y de esos órganos figurados en exoscopia, que… fijó para siempre por la pintura el visionario Jerónimo Bosco… Pero esa forma se muestra tangible en el plano orgánico mismo, en las líneas de fragilización que definen la anatomía fantasiosa, manifiesta en los síntomas de escisión esquizoide o de espasmo, de la histeria."[4]
Notamos que partiendo de los sueños les da a los síntomas el mismo valor, describiendo la anatomía fantasiosa reflejada en los síntomas histéricos. Luego para la obsesión retoma el tema del sueño y la formación del yo para ligarlo a los síntomas, cuando plantea:
"Correlativamente, la formación del yo (je) se simboliza oníricamente por un campo fortificado…Y parejamente, aquí en el plano mental, encontramos realizadas estas estructuras de fabrica fortificada… y como brotada de los síntomas mismos del sujeto, para designar los mecanismos de inversión, de aislamiento, de reduplicación, de anulación, de desplazamiento, de la neurosis obsesiva"[5].
O sea que para los síntomas obsesivos no subraya la fragmentación, sino la formación del yo a partir de la imagen unificada, dando cuenta del "yo fuerte" en el que se refugia el obsesivo.
Las pasiones, si las consideramos como una manifestación del afecto, podemos vincularlas con la excitación jubilatoria que produce el enfrentamiento con la imagen corporal en el estadio del espejo.
En el texto de "La agresividad…" la pasión pasa por ser definida como "pasión narcisista", siendo la fuente donde su energía es puesta al servicio del "principio de realidad", en la medida en que esta "pasión narcisista" especifica al hombre por "imprimir en la realidad su imagen"[6]
En otros trabajos de este período, las pasiones están tratadas como "pasiones del alma". Debemos prestar atención a cómo las describe, porque el último período de su enseñanza, también se va a referir a "las pasiones del alma", pero serán abordadas de un modo diferente.
En el Escrito "Acerca de la causalidad psíquica", de 1946, Lacan hace una referencia a "la pasión del alma por excelencia, el narcisismo, que impone su estructura a todos sus deseos, aún a los más elevados".[7]
Y en "El estadio del espejo…" de 1949, menciona a las "pasiones del alma", vinculándolas a los sufrimientos de las neurosis y las psicosis definidas a partir de las formaciones del yo.

2) En la época estructuralista (a partir de 1953)
En este período Lacan inicia efectivamente su enseñanza. Es el momento en el cual acuña la idea del inconsciente estructurado como un lenguaje y en el que lo define como discurso del Otro. Predomina la relación entre significantes y el sujeto del inconsciente es considerado como "falta en ser".
La violencia continuará vinculada a la agresión y ubicada en el plano imaginario.
De esta época ya mencionamos la cita de la "Introducción al comentario de Hyppolite…". Poco tiempo después, dictando su Seminario 5 "Las Formaciones del Inconsciente" Lacan dará a conocer lo que podemos considerar la única definición clara de lo que entiende por violencia. Allí afirma:
"(…) la violencia es ciertamente lo esencial en la agresión, al menos en el plano humano". "No es la palabra, incluso es exactamente lo contrario. Lo que puede producirse en una relación interhumana es o la violencia o la palabra".
Es decir que la violencia se registra en el plano humano, porque el hombre es el único viviente que ha accedido a la estructura de la palabra, es decir "a la articulación significante". Entonces la violencia es lo contrario de la palabra, de su estructura articulada. Por lo tanto no sólo se produce en el plano humano en general sino especialmente en una relación entre los humanos cuando no impera la palabra. Por eso, en cierto sentido, como lo plantea J-.A. Miller, "nada es más humano que el crimen", que es el título de una conferencia que dictó en la Facultad de Derecho de Buenos Aires. Luego Lacan prosigue de esta manera:
"Si la violencia se distingue en su esencia de la palabra, se puede plantear la cuestión de saber en qué medida la violencia propiamente dicha- para distinguirla del uso que hacemos del término agresividad- puede ser reprimida, pues (…) sólo se podría reprimir lo que demuestra haber accedido a la estructura de la palabra, es decir a una articulación significante".
Sabemos que es un principio en psicoanálisis que sólo se puede reprimir lo que accedió a la estructura de la palabra, lo que implica que la violencia, cuando se produce, es imposible de reprimir. Por otro lado debemos distinguir entre la violencia propiamente dicha, irreprimible, y el término agresividad, que ya había considerado como intención de agresiónJustamente Lacan culmina:
"Si lo que corresponde a la agresividad llega a ser simbolizado y captado en el mecanismo de lo que es represión (…), de lo que es analizable e incluso, (…) de lo que es interpretable, ello es a través del asesinato del semejante, latente en la relación imaginaria"[8].
Entonces, existe un aspecto de la agresión, que corresponde a la agresividad, que puede pasar a ser simbolizado, por ejemplo cuando se considera un asesinato, donde ya entra en juego el orden simbólico.
En 1960, en su escrito "Subversión del sujeto y dialéctica del deseo…" plantea la perspectiva agresiva que descompone el equilibrio del semejante con el semejante en una relación de Amo y Esclavo, recordando además que "es preciso que el vencido no perezca para que se convierta en esclavo. Dicho de otra manera, el pacto es siempre previo a la violencia antes de perpetuarla"[9], señala así que lo simbólico domina ese imaginario donde se expresa la violencia.
Pero lo cierto es que lo esencial de esa agresión, que es la violencia "al menos en el plano humano", no se reprime y puede desencadenarse burlando aún toda articulación significante que jamás podrá capturarla. Para decirlo de modo simple: alguien puede reprimir el intento de asesinar a otro, puede existir un retorno de lo reprimido en todas las modulaciones discursivas que planteamos antes, pero también, a su vez, puede ejercer violencia contra esa persona maltratándola por el resto de sus días. Lo cierto es que la violencia siempre se desencadena.
Los síntomas por esta época son definidos como metáfora. Podemos recordar la fórmula con que prácticamente concluye el escrito "La instancia de la letra…" "… si el síntoma es una metáfora, no es una metáfora decirlo"[10], es decir que lo queramos decir o no lo queramos decir el síntoma es efectivamente una metáfora, es decir el mecanismo y lo que se produce en el efecto de sustitución de un significante por otro significante, tal como lo explica muy bien en el mismo Escrito: "El mecanismo de doble gatillo de la metáfora es el mismo donde se determina el síntoma en el sentido analítico…"[11]
Pero no todo es significante, en este período de su enseñanza Lacan también subraya la presencia de la satisfacción pulsional en el síntoma, por eso en el Seminario 5 lo presenta como una suerte de "satisfacción al revés" y en el Seminario 7 como un retorno, por vía de sustitución significante, de la satisfacción de la pulsión. Seguramente aquí se guía por los planteos que Freud realiza en "Inhibición, síntoma y angustia" y a los que ya hicimos referencia.
Las pasiones pueden ser abordadas a partir de un caso que fue noticia de los diarios de Buenos Aires.
Se trataba de una pareja, Daniel y Mirta, que convivían desde hacía 13 años y tenían 2 hijas.Siendo de un pueblo del interior del país, se habían mudado a Buenos Aires y parecía que vivían felices, sin embargo repentinamente, en el lapso de una semana, se desencadenó una tragedia.
El lunes 15 de febrero, junto a sus hijas, Mirta dejó la casa casi con lo puesto.
El martes 16, fue a la Oficina de Violencia Familiar que depende de la Corte Suprema y denunció a su marido por malos tratos. Nunca antes había hecho una denuncia judicial o policial contra su marido.
Para el jueves 18 todo parecía encarrilado: Mirta se mudó con las niñas a lo de su hermana mientras desde el juzgado se ordenaban medidas cautelares. Un policía le llevó la notificación a Daniel en la que se le prohibía estar a menos de 200 metros de su esposa e hijas, se lo citaba a una audiencia de conciliación para el 3 de marzo y se le fijaba una cuota alimentaria que debía abonar cada mes. Con tono amargo Daniel se quejó ante la policía que su mujer no contestaba a sus mensajes de texto.
Por esos mismos días Daniel le había confiado a uno de sus hermanos que pensaba en matarla y luego suicidarse. Según consta en el expediente, acusaba a su esposa de abandonarlo tras cobrar una suma importante de dinero por un seguro de vida de su padre, muerto unos meses antes.
Carina, hermana de Mirta, en el sumario judicial negó la existencia del seguro y manifestó que su hermana comenzó a recibir palizas de su esposo cuando nació su primera hija e incluso declaró que éste la quemó con sahumerios en sus partes íntimas.
El lunes 22 de febrero todo terminó en una pesadilla. Ella, con dos policías de custodia, fue a su casa a buscar sus cosas. Daniel irrumpió en la escena, degolló a Mirta, apuñaló a uno de los policías que la acompañaban y se suicidó.
Todos sus parientes y muchos de sus amigos dicen haberse sorprendido por el trágico final de la pareja. Pero a la vez reconocen que había señales de alarma que recién ahora interpretan como tales. "El se iba a trabajar muchos días afuera y no le dejaba dinero; entonces ella, con su hijita en brazos (la menor aún no había nacido), tenía que salir a comer en casa de los parientes", recuerdan algunos aún impactados por el crimen, otros agregan: "En uno de sus viajes Mirta me contó que él la maltrataba. Él llevaba otras mujeres al departamento y luego la castigaba". Ella ya no lo aguantaba más. "otra vez dijo que si lo dejaba él la iba a matar. Pero después juntaba fuerzas y nos decía que estaba dispuesta a separarse". Además "Daniel era muy celoso, no quería que ella saliera sola o trabajara en otro lugar. El siempre decía que sin ella no podía vivir.
Contamos con un documento referido a la tragedia, pues Daniel dejó escrita la letra completa del tema "No me quites la ilusión" que habla sobre una separación.
Seguramente las pasiones y los afectos puestos en juego en esta pareja fueron los senderos por los que se deslizaron los fenómenos de violencia presentes en este material.
Si bien no contamos con los dichos de los sujetos que protagonizaron los hechos, pues han muerto y, como casi siempre sucede en estas situaciones, sólo tenemos algunos relatos de testigos y deudos, el caso nos permite introducirnos en algunas cuestiones que plantea Lacan con respecto a la pasión del neurótico.
En la página 593 de los Escritos, en "La dirección de la cura…", Lacan identifica la "falta en ser" del sujeto como "el campo mismo donde se despliega la pasión del neurótico" y reconociendo a los analistas ingleses afirma que "han sabido articular esa hiancia de la que da testimonio el neurótico al querer justificar su existencia, y por ende implícitamente distinguir de la relación interhumana, de su calor y de sus engaños, esa relación con el Otro en la que el ser encuentra su estatuto".
Distingamos, entonces, el calor y los engaños de esta relación interhumana, de esa relación con el Otro donde se constituye el sujeto.
Daniel se iba a trabajar y no le dejaba dinero. De modo recíproco él la acusa a ella de abandonarlo tras cobrar una suma de dinero.
Se puede decir que cada uno percibe que no obtiene lo que espera del otro que, de este modo, lo deja en falta. Incluso si reparamos en el título de la copia de la canción que dejó Daniel: "No me quites la ilusión", el otro parece constituir una amenaza de dejarlo con una falta.
Estas son manifestaciones que se despliegan en el eje imaginario de "la relación interhumana", que ocultan, al mismo tiempo que denuncian la "relación con el Otro en la que el ser encuentra su estatuto". Clínicamente toda coyuntura denuncia algo de la estructura. Es el modo imaginario de denunciar la "falta en ser" del sujeto, y que también puede expresarse, tal como lo propone Miller en un artículo sobre "La pasión del neurótico", la "falta de razón del ser", modificando un poco la fórmula lacaniana.
Del mismo modo que nunca obtiene el goce que espera, el sujeto busca su "razón de ser" en el Otro y, como no la encuentra, experimenta una "falta de razón de ser", que es el campo donde se despliega su pasión.
Podemos inferir que al sujeto le falta "la razón de ser", y como le falta se la inventa. En eso reside su pasión con la que justifica su existencia: "Él siempre decía que sin ella no podía vivir". Es decir que elevándola a la condición de Otro que, en un sentido lo hace existir de un modo consistente, justifica su propia existencia, obteniendo así una razón de ser que le falta.
Es evidente que cuando Mirta decide cambiar las reglas del juego abandonándolo, Daniel ya no puede encontrar otros modos de manifestar su razón de ser, y entonces pasa al acto, e identificándose al objeto por fuera de lo simbólico, abandona su falta en ser para efectivamente ser. Entonces la asesina e inmediatamente se mata.
El caso también permite esbozar algunas reflexiones que nos incumben: Mirta acudió a la Oficina de Violencia Familiar que depende de la Corte Suprema para hacer la denuncia y desde el juzgado donde ésta quedó radicada ordenaron las medidas cautelares que comenzaron con la notificación policial a Daniel. Es decir que el tratamiento sólo fue jurídico-policial, buscando atemperar la situación de violencia por medio de normas y medidas cautelares que no se pudieron cumplir. La crónica no dice que se haya abordado el caso sugiriendo alguna consulta ligada a lo psicológico y mucho menos alguna que incluyera la posibilidad de una escucha psicoanalítica.
Cuando ya sabemos qué pasó, nos podemos preguntar ¿Qué se pudo hacer para evitarlo?
Nuestra respuesta hubiese sido que se le diera una oportunidad a un analista para aplicar algo que nos enseña el psicoanálisis, que su ética no se reduce a un intento de tramitar la violencia por medio de las normas, aunque a veces a nivel jurídico también hagan falta, su ética tampoco consiste en proclamar cual es el bien o el mal para el sujeto, sino que se basa en permitir que el propio sujeto esclarezca su pasión, su pasión por justificar su existencia. Y de ese modo, quizás ese sujeto hubiera podido desplazar, o tramitar de la buena manera, tanto la violencia como las pasiones puestas en juego, actuando acorde a un deseo por el cual no necesitara ya justificarse.
Por cierto que con respecto al caso se trataría del psicoanálisis aplicado, pero también vale para todo análisis en general, ya que todo lo que se despliega en la "relación interhumana", también se despliega en la relación analítica, y cuando el sujeto se introduce en ella no sólo trata de obtener un bienestar, o de curarse, sino también de justificarse, favoreciendo la constitución del sujeto supuesto al saber, pivote de la transferencia.
Luego de haber considerado las cuestiones generales ligadas a la pasión que nos suscita este caso, las podemos abordar más específicamente:
Las pasiones en este período de la enseñanza, Lacan las denomina "pasiones del ser" que son pasiones de la relación con el Otro.
Estas "pasiones del ser" son el amor, el odio y la ignorancia y figuran en las páginas (607) y (609) del Escrito "La dirección de la cura…".
El amor se dirige a la imagen del Otro.
El odio se dirige al ser del Otro, al ser que niega, dice Lacan.
Y la ignorancia se refiere a lo que ignora en su petición, por lo que hay de "indecible" en su demanda dirigida al Otro, puesto que siempre hay un "más acá" y un "más allá" de la demanda, donde se instala el deseo.
La pasión de la ignorancia designa al saber hecho conjunto vacío y en un sentido el analista debería estar marcado por esta pasión de la ignorancia, así el analizante puede aportar su invención de saber a ese lugar vacío que la ignorancia del analista le ofrece.
Es importante señalar que si a través de estas pasiones el sujeto se dirige al Otro para colmar su falta, entonces las pasiones implican una acción. Amamos, odiamos o ignoramos, según una elección forzada que realizamos, y esa elección supone una acción.

3) Período bisagra
Antes de abordar la verdadera renovación de conceptos que Lacan produce en el último tramo de su enseñanza, encontramos un período bisagra donde se pueden comenzar a constatar esos cambios, en especial desde el año 1964 en el que presenta su propia versión del Inconsciente, diferenciándose de Freud, al año1970 cuando desarrolla su teoría de los discursos.
Además, en este mismo año, en su exposición titulada Radiofonía, Lacan se refiere al "ascenso al cenit social del objeto llamado por mí a minúscula"[12]. Estas nociones son útiles para abordar la violencia en nuestra época.
Pero antes debemos aclarar que en estos años, entre el ´64 y el ´70 ya no encontramos referencias a la violencia propiamente dicha, sino que encontramos lo que podríamos llamar "variaciones o declinaciones de la violencia".
Las declinaciones de la violencia comienzan a aparecer en el Seminario 11 cuando Lacan propone las operaciones de alienación y separación para articular la relación del sujeto con el Otro.
En primer lugar plantea que allí se produce una "elección forzada" entre el ser o el sentido. Esta elección responde a la estructura lógica del "vel".
En el primer tiempo de la alienación o del "vel alienante" el sujeto "sucumbe" ante un significante y se confunde con él. Se trata aquí del "factor letal" del significante que produce la afánisis, desaparición o fading del sujeto en el mismo movimiento en el cual lo reduce a no ser más que un significante. El sujeto coagulado en este S1, maniobra con él y desde allí llama al S2 en tanto sentido.
Luego en el segundo tiempo, como respuesta del precedente, sobreviene la separación, donde el sujeto "ataca la cadena en su intervalo", maniobrando con su vacío va en busca de la falta del Otro, constituyendo a este movimiento como una respuesta de goce, respuesta pulsional que conduce a una recuperación de la libido como objeto perdido.
Los términos que participan en las dos operaciones y nos sugieren que pueden ser consideradas como variaciones o declinaciones de la violencia son: elección forzada, sucumbir, coagular, factor letal, fading, desaparecer, anular, borrar, ataque a la cadena y, por supuesto, pulsión como pulsión de muerte.
En este período tenemos otras declinaciones que van anunciando los vectores del último tramo de la enseñanza y que irán subrayando el aspecto real de esas declinaciones de la violencia, es así como lo constatamos: En la "Proposición del 9 de octubre de 1967…" cuando Lacan plantea que en el horizonte del psicoanálisis en extensión se anuda el psicoanálisis en intensión, centra allí tres puntos de fuga perspectivos, perteneciendo cada uno de ellos a uno de los registros: simbólico, imaginario y real. Con respecto al primero aborda el mito edípico, para el segundo la facticidad de la sociedad de psicoanálisis y para "la tercera facticidad, real, demasiado real, suficientemente real como para que lo real sea más mojigato en promoverlo que la lengua, es lo que hace hablable el término de campo de concentración…"[13]
Se trata entonces del nazismo como precursor de los procesos de segregación cada vez mayores en la medida que van surgiendo los reordenamientos sociales y la universalización del sujeto que la ciencia produce. En ese contexto Lacan llega a una conclusión que se constituye en todo un antecedente respecto de lo que vivimos en la actualidad: "Nuestro porvenir de mercados comunes encontrará su contrapeso en la expresión cada vez más dura de los procesos de segregación"[14]
Estas "facticidades" reales seguirán siendo abordadas por Lacan en los años 70. En el Seminario 17 se encarga de la segregación como el fundamento de la sociedad y el origen de la fraternidad, considerada por "estar separados juntos, separados del resto…"[15].
El síntoma en esta época, en correlación al planteo de la pulsión como concepto fundamental, aparecerá más claramente ligado al goce. Ya en el Seminario de "La Angustia", Lacan había señalado que el "síntoma se basta a sí mismo, porque en su naturaleza es goce" y que sólo se anuda al inconsciente por medio de la transferencia. Justamente por su inclusión en la transferencia las otras referencias sobre el síntoma de Seminarios posteriores van a subrayar la relación del saber y la verdad.
Así en el Seminario 12, "Problemas cruciales para el psicoanálisis", vinculará al psicoanalista ubicado como sujeto supuesto saber y soportando es él mismo el estatuto del síntoma, y en el Seminario 13, "El objeto en psicoanálisis", señalará que el problema del analista es su implicación en el síntoma al que interroga como ser de verdad.
Esa confrontación entre saber y verdad se manifiesta también en el Escrito de 1966 "Del sujeto por fin cuestionado"[16] en el que presenta al síntoma representando "el retorno de la verdad como tal en la falla de un saber"
El otro momento bisagra es cuando presenta su teoría de los discursos.
Allí el inconsciente queda identificado al discurso del amo. Y el síntoma se ubica en el lugar del agente. Alrededor del síntoma se ordenará todo lo que se refiere al discurso de la histérica y lo que permite el trabajo del síntoma bajo las condiciones de la experiencia analítica es, precisamente, la "histerización" del discurso.
Las pasiones, en este período de su enseñanza, quedan bajo el imperio de un afecto especial entre todos los otros y al que Lacan le dedica un Seminario entero: La Angustia, el único afecto que no engaña, pues tiene una referencia directa con el registro de lo Real.
Podemos vincular este punto con una ausencia de significante y un vacío de significación, lo que puede dar como resultado una presencia positiva del objeto pequeño "a".
Todos los demás afectos serán abordados como efectos del lenguaje sobre el cuerpo: en primer lugar como un efecto de recorte o vaciamiento de goce, es decir que aquí se produce una pérdida de goce que bien puede ser señalada con la sigla – φ. En segundo lugar como un efecto de recuperación que se produce a nivel de la pulsión, que implica un movimiento de "separación" del sujeto respecto del Otro simbólico y que se corresponde con una respuesta a la alienación significante. Aquí la sigla que corresponde vuelve a ser "a".

4) El período pos-estructuralista de la enseñanza (a partir de la década del 70)
Podemos considerar que este último período comienza con el Seminario 20, Aún (72/73) donde termina por definir al Inconsciente como hecho de lalengua, acentuando más lo que él llama su "moterialismo", materialismo de la palabra (mot). Es la época dominada por el apotegma: "Hay Uno". El S1 solo, que no se encadena.
Por cierto que el antecedente del S1 solo es también el objeto a como resto, aislado, caído de lo simbólico. Precisamente en su curso "Los signos del goce" (Ce qui fait insigne) Jacques-Alain Miller propone aislar a lo largo de la enseñanza de Lacan, la articulación entre S1 y el objeto a, a los que llegará a tratar en términos de conjunción, superposición y hasta confusión.
Precisamente, esa relación entre S1 y a, Lacan lo plantea en La Tercera (1974), y es lo que, para Miller, hace insignia.
Por otro lado el S1 solo, aislado, no llama a la comunicación sino que, fundamentalmente, porta goce. Eso complica la relación entre el goce del Uno y el goce del Otro, lo que inspira la afirmación lacaniana de "No hay relación sexual", del mismo modo que cuestiona al Uno de la totalidad, lo que conduce a la Lógica del No-todo para dar cuenta de la posición de La mujer que, en tanto tal, no existe.
En esta etapa el sujeto es definido como parlêtre, el hablanteser, que es el sujeto más el cuerpo gozante.
Las declinaciones de la violencia que se destacan por esta época son el racismo y el estrago. En "El atolondradicho" (1972) se refiere al tema del racismo "de los discursos en acción"[17], la raza de los amos, esclavos, pedantes, sabihondos… donde cada discurso califica un modo de goce.
Luego en "Televisión" (1973) considera al racismo como un rechazo al modo de goce del Otro a quien intentamos imponerle el nuestro, profetizando, además, su ascenso.
El estrago aparece en el Seminario 23 (1975/76) donde plantea que así como una mujer es un sinthome para todo hombre, éste para una mujer puede ser un estrago, pues como partenaire- síntoma de ella se constituye por lo infinito de su demanda de amor, acorde a su estructura de No-todo. Es decir que el hombre puede responder ajustándose a la demanda infinita que se le dirige, y así será un estrago para la mujer, en el mejor de los casos deslumbrándola o en el peor devastándola.
El síntoma de este período de la enseñanza queda ubicado según la teoría de los nudos, en "La Tercera" (1974) aparece como un efecto de desborde o intrusión de lo Real sobre lo Simbólico. Ese desborde arrastra al goce fálico que se ubica en la intersección Real/Simbólico. Por eso plantea que "el síntoma es la irrupción de esa anomalía en que consiste el goce fálico, en la medida en que en él se expande, se despliega esa falta fundamental que califico de no relación sexual"[18].
Así el saber del Inconsciente que se ubica en lo Simbólico, hace que el síntoma recule al ganarle terreno.
Unos meses después en la primera clase de RSI (10/12/74), Lacan mantiene un criterio similar respecto del tratamiento del síntoma pero lo inscribe de un modo inverso, ahora lo ubica como efecto de lo Simbólico en lo Real, lo que nos permite operar sobre este síntoma que es signo de lo que no anda en lo Real. Así el inconsciente respondiendo del síntoma puede ser responsable de su reducción.
Finalmente en el Seminario 23 "El Sinthome" (1975/6) la nueva versión del síntoma funcionará como un cuarto nudo que podrá mantener unidas las tres funciones representadas en los tres redondeles de lo Imaginario, lo Simbólico y lo Real.
También debemos señalar que como en esta última etapa pierde peso la práctica del Inconsciente considerado como discurso del Otro, y se la plantea a partir del Uno, podemos considerar al sinthome, como el sinthome del Uno.
Un modo de abordarlo es considerar que si el síntoma es un modo de goce del Inconsciente, es un modo de goce del S1 con el que se constituye la realidad del Inconsciente, o mejor, el "materialismo" ligado al goce de lalengua.
El síntoma o el sinthome del Uno sería así un modo de dominar el goce del Uno, el goce depositado en lalengua.
Las pasiones, vuelven a ser consideradas como "pasiones del alma", sólo que aquí Lacan las presenta como "las pasiones del a", como un asunto de saber en su relación con el objeto que concentra goce.
El primero de los afectos o pasiones del alma, cuando comienza a enumerarlos en el texto Televisión, es la depresión que él prefiere llamar tristeza. Hay que entender a esa tristeza, tal como lo propone J.-A. Miller, como un saber que es triste, que es impotente para poner el significante en resonancia con el goce. Por eso Lacan la califica como una "falta moral"[19], o mejor una cobardía porque pretende reducir todo al significante dejando al goce por fuera.
En cambio el saber alegre admite que si bien ese goce no puede ser reabsorbido por el significante, o como decimos, por el saber, tampoco le es exterior, sino que se encuentra en una exterioridad que es interna, íntima al saber. Es decir, que el saber alegre admite la extimidad del goce con respecto al saber del significante.
Así como la tristeza es un afecto que señala una cobardía y una impotencia, al pretender reducir todo al significante, rechazando el goce, el saber alegre, la alegría lacaniana, toca lo real señalando lo imposible del saber, pero encerrando en el saber lo que no puede decirse, sin rechazarlo o dejarlo afuera, de esa manera, como ya dijimos, el significante se reconcilia con el goce.
J.-A. Miller considera que para caracterizar el final del análisis, Lacan evoca el entusiasmo como una posibilidad de lo que denominó saber alegre en Televisión.
Entonces el entusiasmo del final del análisis se articula a un saber pero de una manera opuesta al modo en que se articula la beatitud, otra de las pasiones del alma que figura en la lista de "Televisión" y que también pertenece al registro del saber, pero que no está tan ligada al sujeto como los anteriores, sino que se refiere al Otro, al todo Otro que no le falta nada. Es el sueño de un Dios contento con su goce y por el cual el sujeto no debería sacrificar nada como para satisfacer su deseo, lo que finalmente provoca tedio o fastidio, que es la otra pasión del alma que se le articula.
Por el contrario el entusiasmo del final del análisis no se articula a un saber que se refiera a un Otro que además no existe, más bien es el entusiasmo de asumir que "el saber sí existe, a condición de construirlo y de inventarlo"[20].
En este punto podemos concluir con el trayecto propuesto, sabiendo que los horizontes que plantea el psicoanálisis siempre motivarán a nuevos recorridos.

NOTAS
  1. Laurent, Eric. "Los objetos de la pasión", página 10. Ed. Tres Haches. Buenos Aires.
  2. Freud, Sigmund. "Inhibición, síntoma y angustia", Obras Completas, tomo XX, Amorrortu editores.
  3. Lacan, Jacques. La agresividad en psicoanálisis. Escritos I, página 96. Siglo XXI editores.
  4. Lacan, Jacques. Idem ant., página 90
  5. Lacan, Jacques. Idem ant.
  6. Lacan, Jacques. Idem ant. Página 109
  7. Lacan, Jacques. "Acerca de la causalidad psíquica", páginas 177/78. Escritos 1. Siglo XXI editores.
  8. Lacan, Jacques. Las formaciones del Inconsciente, El Seminario. Libro 5, página 468. Editorial Paidós.
  9. Lacan, Jacques. La subversión del sujeto y la dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano. Página 790. Escritos 2. Siglo XXI editores.
  10. Lacan, Jacques. "La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud". Escritos 2, página 508. Siglo XXI editores.
  11. Lacan, Jacques. Idem ant. Página 498.
  12. Lacan, Jacques. Radiofonía. Otros Escritos, página 436. Ed. Paidós.
  13. Lacan, Jacques. Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela. Página 276. Otros Escritos, editorial Paidós.
  14. Lacan, Jacques. Idem ant, Pág. 276.
  15. Lacan, Jacques. El Seminario. Libro 17. El revés del Psicoanálisis, página 121, editorial Paidós.
  16. Lacan, Jaques. "Del sujeto por fin cuestionado". Escritos 1, página 224. Siglo XXI editores.
  17. Lacan, Jacques. El Atolondradicho. Páginas 486/7. Otros Escritos. Ed. Paidós.
  18. Lacan, Jacques. Revista Lacaniana Nº 18. Página 29. Publicación de la Escuela de la Orientación Lacaniana.
  19. Lacan, Jacques. Televisión, página 552. Otros Escritos. Ed. Paidós.
  20. Miller, Jacques-Alain. A propósito de los afectos en la experiencia analítica", páginas 163/4. Matemas II. Ediciones Manantial.
REVISTA DE LA ORIENTACIÓN LACANIANA DE LA CIUDAD DE MEXICO | Nro. 3 - Noviembre 2016
 Marcelo Marotta
AME Analista Miembro de la Escuela de la Orientación Lacaniana y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis. Co- fundador del Departamento de Estudios Psicoanalíticos sobre Violencia (VEL) del Centro de Investigaciones del Instituto Clínico de Buenos Aires. Director del Centro de Investigación y Docencia de Bahía Blanca del Instituto Oscar Masotta. Responsable de la Presentación de Enfermos del Servicio 26 del Hospital Borda. Docente de Casuística del Instituto Clínico de Buenos Aires.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

“El atravesamiento del fantasma a partir de la ultimísima enseñanza de Lacan”

  Florencia Borgoglio Introducción   Las dos teorías del Pase en Lacan, muestran el cambio en la teorización en relación del lugar...